Falleció por causas naturales el 9 de marzo de 2014, esta mujer que junto a su amiga Haydée Santamaría fueran las dos únicas féminas enroladas valientemente en ese plan audaz y temerario, concebido por un grupo de jóvenes encabezados por Fidel Castro, decididos a retomar los combates armados por la libertad y contra el oprobio, aquel 26 de julio de 1953, en el centenario del Apóstol José Martí.
A la destacada combatiente revolucionaria, Heroína de la República de Cuba Melba Hernández, el país le rindió especial tributo hace dos años, por estas fechas, por motivo de su cumpleaños 100, por su existencia y el Moncada, sucesos tan unidos en su devenir. Para ella no hay ausencia ni olvido.
Siempre su nombre ha sido insoslayable y eso a casi todos les produce un gran placer, más que un deber programado, pues fue un ser humano ejemplar, con gran carisma afianzado por su sencillez, naturalidad campechana, honda fibra humanista y su hacer constante e incansable.
Sin proponérselo, también obtuvo merecidamente los reconocimientos de Heroína del Trabajo y de Doctora Honoris Causa del Instituto Superior de Relaciones Internacionales.
A los 22 años obtuvo el diploma de graduada en Derecho y Licenciada en Ciencias Sociales en la Universidad de La Habana, y pronto se sumó y participó activamente en la lucha contra la tiranía batistiana.
Más que amigas, ella y Haydée fueron compañeras de combate que tuvieron que probarse en durísimos desafíos, marcados por los riesgos y el dolor.
Fueron de las primeras personas en nuclearse alrededor del movimiento insurgente liderado por Fidel Castro a principios de los años 50, tras el golpe militar batistiano.
Sobreviviente a la sangrienta represión luego de los asaltos a los cuarteles Moncada, de Santiago de Cuba, y Carlos Manuel de Céspedes, de Bayamo, que resultaron fallidos militarmente, Melba Hernández guardó prisión junto a Haydée durante siete meses en el Reclusorio Nacional de Mujeres de Guanajay.
Una vez liberada, continuó firme y con el mismo corazón entregado de siempre en las tareas revolucionarias y se sumó inmediatamente a las filas y dirección del Movimiento 26 de Julio, fundado por Fidel en 1955, al ser excarcelado por decreto de una amnistía a que se vio obligado el tirano por reclamos del pueblo.
Antes de la liberación del líder, Melba contribuye muy directamente a la impresión y distribución del manifiesto "A Cuba que sufre", en el cual Fidel y sus compañeros de presidio ratificaron su incondicional decisión de continuar combatiendo al régimen de Fulgencio Batista.
Vivió por aquellos tiempos jornadas, a la par de Lidia Castro y Haydée, dedicadas a la recopilación y organización de las notas que Fidel les hacía llegar desde el presidio, las cuales escribía con jugo de limón y que, coordinadas, eran una reconstrucción de su alegato de autodefensa en el juicio por las acciones del 26 de Julio, convertido luego en La Historia Me Absolverá.
Como era de esperarse, integró el estrecho grupo asegurador de la posterior impresión y distribución clandestina del documento medular. Trabajar en la búsqueda de fondos para poder hacerlo, fue otras de sus más intensas entregas a la causa.
Siguió en la brega viajando a México para contactar a revolucionarios cubanos exiliados, entre ellos los llamados moncadistas, y se involucró de lleno en los preparativos de la expedición del Granma, lo cual cumplió hasta la salida del yate para Cuba, y resultó otra responsabilidad abnegada y ardua.
Al retornar a La Habana, continuó en el corazón de muchas acciones del M-26-7 en momentos en que la dictadura de Fulgencio Batista se tornaba cada vez más desaforada en sus crímenes salvajes y persecución sin tregua a los revolucionarios, a base de torturas y desapariciones.
Su accionar consecuente con los ideales políticos profesados cristalizan aún más con su incorporación, llegado el momento, a las tropas rebeldes del Tercer Frente Mario Muñoz Monroy, dirigido por el Comandante Juan Almeida Bosque.
Siguió incansable y ensanchaba su aporte a la Patria tras el triunfo de la Revolución, que tanto ayudó a alcanzar el primero de enero de 1959.
Asumió responsabilidades en el cumplimiento de tareas trascendentes, entre ellas Presidenta del Comité Cubano de Solidaridad con Vietnam del Sur primero, y después de Vietnam, Cambodia y Laos, al tiempo que fue miembro del Presidium del Consejo Mundial de la Paz; y Secretaria General de la Organización de Solidaridad con los Pueblos de Asia, África y América Latina (OSPAAAL).
Disfrutó de las compensaciones espirituales y el gusto por cumplir el deber al ser designada embajadora de Cuba en la República Socialista de Vietnam, nación muy entrañable para esta luchadora, también en Kampuchea, y en la Isla fue directora del Centro de Estudios sobre Asia y Oceanía.
Igual le sucedió cuando estuvo entre los fundadores del Partido Comunista de Cuba, en 1965, y fungió como miembro de su Comité Central desde el Tercer Congreso, mientras fue elegida diputada a la Asamblea Nacional desde 1976 hasta 1986, y electa nuevamente desde 1993.
Su deceso se produjo en La Habana como consecuencia de complicaciones asociadas a la diabetes mellitus, enfermedad crónica que padeció durante muchos años.