“Él hablaba a los niños como un padre, recuerda Idelmis Portuondo, Licenciada en Terapia Física y Rehabilitación, les decía que era bueno usar los espejuelos, porque a los muchachos no les gustaban aquellas armaduras grandes y feas.
“Hoy pienso que yo debí ponerme mis mediecitas gastadas y participar en el acto, allí a pleno sol, pero cerquita…Siempre creí que él regresaría, pero no volvió más”.
En septiembre, al comenzar el curso escolar; cada alumno recibió, como parte del uniforme, tres pares de medias blancas nuevecitas y entonces los ojos de la niña, apagados a los siete años, se iluminaron de tanta felicidad.
Bajo el sol ostentoso del 27 de julio de 1993, Fidel inauguró en el santiaguero poblado de Boniato la escuela especial Antonio Fernández León, concebida para más de 200 estudiantes internos y construida con calidad, en apenas cinco meses por decisión del Comandante, muy dolido por la parálisis que la crisis de los 1990 causó a su programa de construcción de modernas escuelas para niños, adolescentes y jóvenes con discapacidad.
La primera institución educativa para personas ciegas de Santiago de Cuba de que se tiene referencias funcionó en la década del 1920 inspirada por el músico ciego italiano Pablo Beggiato; atendía a seis alumnos, todos varones, y radicó en las calles San Pedro y San Basilio. Sostenida fundamentalmente por la filantropía social y con varias locaciones, la educación de personas invidentes en la ciudad sobrevivió hasta 1961, cuando fue nacionalizada la enseñanza y erradicados los colegios privados. Así, transcurrirían 20 años en los cuales la única opción fue viajar a La Habana, y allá fueron nuestros muchachos.
En el verano de 1993 muchos niños regresaron al natal Santiago, a punto de disponer de una propia y moderna escuela para niños ciegos y de baja visión que hoy se les denomina “con discapacidad visual”; y uno de los pioneros de séptimo grado, por su madurez y destacada trayectoria pioneril, leería un mensaje de bienvenida y gratitud durante el acto inaugural.
Contento (“Me sentí importante”, recuerda) y nervioso (“A cada rato tenía que orinar”), Coquita repasó y repasó el texto escrito en braille hasta que llegó aquel martes de tanto sol y emociones.
“(…)
¡Te queremos Fidel! ¡Gracias por este hermoso regalo!
¡Vivan los constructores! ¡Viva Fidel!
¡Pioneros por el comunismo! ¡Seremos como el Che!”,
El niño respiró, al fin, calmado, pero una enorme figura se le acercó, cariñosa: “Lees muy bien; y lo envolvió en un abrazo del que, 30 años después, no ha podido desprenderse.
“Era inmenso ante mi… Parecía una Palma Real”.
La escuela especial Antonio Fernández León ya tenía una década de vida; fue el primer centro educacional para niños con discapacidad visual creado por la Revolución en Santiago de Cuba; y honrado con el nombre de un adolescente masacrado en Marzo de 1958, residente en el reparto Santa Bárbara, donde radicaría esta primogénita escuela.
Era un grupito de alumnos y maestros escogidos por su alta sensibilidad, y dirigido por Idalberto Isaac, un joven negro y guajiro, el primer santiaguero graduado de Licenciatura en Tiflopedagogía (1981) en la Unión Soviética. A principios del 1990, la matrícula se había cuadriplicado y la escuelita se mudó a un local más amplio en el reparto Vista Alegre. Allí nació el internado, allí supieron de la decisión de Fidel (Febrero 1993) de concluir para el inminente 26 de Julio las obras paralizadas por la crisis allá en el poblado de Boniato.
La flamante ‘Antonio Fernández León’, la mayoría de cuyos maestros tenían título universitario, acogería alumnos de todo el Oriente cubano, hembras y varones, incluidos los de secundaria básica. El conjunto arquitectónico formaba una U con dos bloques biplantas para docencia y dormitorios, otro sencillo destinado a talleres y cocina -comedor; plaza de actos y área deportiva; todo ejecutado por las mejores agrupaciones constructivas de la provincia.
Al mediodía del 27 de julio de 1993, bajo un sol eufórico, eufórico de verdad, el Comandante elogió la participación de las fuerzas populares de apoyo a los constructores e instó a que esta escuela y la adyacente, para niños con discapacidad auditiva, inaugurada por él en 1991, estuviesen siempre listas para recibir visitas importantes.
El presidente de la asociación de ciegos en Santiago de Cuba contaba que al terminar el acto, y en medio del bullicio, una voz lo procuraba:_! Cuevas…Cuevas!
_Ah, Lazo ¡ -Cómo está- y le tendió una mano al primer secretario del Partido en la provincia.
-¡Que Lazo ni Lazo!... Lazo es muy negro, ¡yo soy Fidel! -y muerto de risa, lo envolvió en un abrazo donde cabían todas las personas ciegas de Cuba.