Retumban todavía el "no nos entendemos" del General Antonio; el raigal compromiso revolucionario de la Constitución allí promulgada; la fidelista convicción de que "el futuro de nuestra patria será un eterno Baraguá”; y la vigencia del Juramento, que lleva ese título, suscrito por la inmensa mayoría de los cubanos en el año 2000.
En ese recóndito sitio de la geografía oriental se dio continuidad a la gesta libertaria, se respaldó a la Revolución, que solo tuvo treguas, para luego, con una fuerza extraordinaria, luchar, resistir y vencer. La paz sin independencia negociada por algunos no fue asumida por aquellos que estaban dispuestos a ofrendar su vida -como lo hicieron-, en la manigua redentora.
El que tuvo "tanta fuerza en la mente como en el brazo", no vaciló para replicar, al General Arsenio Martínez Campos, la propuesta del poder colonial: "No estamos de acuerdo con lo pactado en el Zanjón; no creemos que las condiciones allí estipuladas justifiquen la rendición después del rudo batallar por una idea durante diez años y deseo evitarle la molestia de que continúe sus explicaciones porque aquí no se aceptan".
Nuestro Comandante en Jefe, tan viril como Maceo y en la heroica Santiago en octubre de 1991, cuando el imperialismo celebraba el canto de cisne del Socialismo y a la vez auguraba el inminente fin de la Revolución cubana, sentenció: “¡Antonio Maceo, aquella, tu inolvidable, gloriosa e insuperable protesta que un día tuvo lugar bajo aquellos Mangos de Baraguá, esa misma protesta es la que hoy tiene lugar aquí, bajo estos aceros que simbolizan tus invencibles machetes!".