Santiago de Cuba,

Madre de mi madre

13 May 2024 Escrito por  Yamilé Mateo Arañó

Siempre he estado orgullosa de la madre que me tocó, porque más que eso fue mi confidente, mi amiga, mi compinche y mi alcahueta.

Y la vida, tan impredecible como es que te cambia los planes sin preguntar, me dio la oportunidad de retribuir todo ese amor siendo esta vez, madre de mi madre.

Su cerebro vuelve a ser el de esa niña dócil y amorosa que alguna vez fue y me descubro con los mismos trucos que usaba ella conmigo para lograr que coma mejor, para que no se niegue al baño o a dormir. Me descubro cantando las mismas canciones con las que me calmaba o dormía a mis niños, claro, en mi versión desafinada y sin el apego textual a las letras, en eso soy pésima y ella era espectacular.

Me descubro bañándola y me remonto a cuando ella lo hacía conmigo. Esta etapa me ha hecho recordar mi infancia y toda la paciencia que me tuvo.

Descubro a mi madre en el abrazo reparador y en el beso diario que no le faltan, como nunca me faltaron a mí; en la llamada cada mañana cuando el trabajo me impide llegar para saber cómo amaneció, como lo hacía ella también. Y entiendo que el amor de madre no termina, que la llevo incrustada ya, y que soy hoy cómo soy, por lo que ella fue para mí.

Que me he reinventado en una nueva versión para ser su madre y retribuirle todo ese amor que siempre me dio. Ese amor que la demencia no puede opacar porque aunque a veces no recuerde mi nombre me abraza y me sonríe como siempre. Cada día es un regalo maravilloso, porque puede no mañana no sea sí.

Y claro que la extraño, más allá de su cuerpo menudo anhelo nuestras conversaciones y su apoyo. Pero que esté bien es también uno de mis motivos para seguir, para ser fuerte y estar para ella.

La vida y sus lecciones me han hecho comprender que soy afortunada por verla llegar a la ancianidad contra todo pronóstico por un asma implacable que siempre la martirizó. Que nunca es suficiente para retribuir tanto amor maternal y me ha permitido, con la misma impronta con la que crecí, ser su madre. A ella, que no sabe ya de fechas y tampoco de lecturas, no le faltará ese beso apretado hoy por existir.

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