Era la tragedia del sistema educacional uno de los grandes males que motivaron a Fidel y sus compañeros de lucha al heroísmo de los hechos de la gloriosa mañana de la Santa Ana, el 26 de Julio de 1953.
El Censo de Población de Cuba realizado ese año, determinó la existencia de 4 940 873 personas de seis y más años de edad, entre ellas 1 530 090 sin aprobar ningún grado de escolaridad, mientras que la bochornosa cifra de 2 461 287 oscilaban entre los grados primero y segundo
Los graduados universitarios eran solo 53 464, entre ellos 37 292 residentes en La Habana. Pinar del Río contaba solo con 1 422, al tiempo que Oriente-actuales provincias de Guantánamo, Santiago de Cuba, Granma, Holguín y Las Tunas- albergaba la irrisoria cifra de 5 263 profesionales graduados universitarios.
En la población de diez años y más, el analfabetismo era de un 23.6 por ciento, al tiempo que en las zonas rurales se elevaba a un 41,87. Un total de 1 032 849 analfabetos. El Censo precisó que de los 2 459 730 personas de entre cinco y 24 años, 1 619 535 no asistían a clases.
Otras cifras vergonzantes completan el oprobio. Pero las citadas bastan para reafirmar la decisión de que ese pasado no vuelva a ser presente ni tenga futuro en Cuba. Para eso hubo un 26 de Julio, un 1ro. de Enero y existe un pueblo dispuesto a todo para seguir siendo lo que somos y no volver a ser nunca lo que fuimos.