Ni mausoleos como los de Lenin, Mao Zedong, Ho Chi Minh; mucho menos el culto a la personalidad fue tolerado por él. Ciertamente merece estatuas, bustos y cuantos monumentos se puedan edificar, pero ninguno en Cuba. En su Patria, basta con el hecho de que el mayor tributo a su memoria es el que está en el corazón de su pueblo.
Cercano ya el centenario de su nacimiento, porque para Fidel la muerte llegó a ser hasta una especie de medio para alcanzar la verdadera independencia. Arriesgó su vida en el Moncada, en la prisión fecunda, en el Granma, en la Sierra... Cientos de atentados tramaron los enemigos, pero la vida del que envió "médicos y no bombas" triunfó.
El 13 de agosto de 1926, como el 28 de enero de 1853, son fechas determinantes para la Isla. Marcan, verdaderamente, un antes y un después. Cuán bueno es saber que fue absuelto por la historia y logró que, en pos de la causa cubana, sean más los que estén con nosotros que los adversarios.