El MININT no surgió de un decreto, sino de la urgencia revolucionaria. Sus raíces se hunden en el Servicio de Inteligencia Rebelde (SIR) y en aquellos jóvenes que, sin manuales ni academias, aprendieron a desbaratar conspiraciones entre los riscos de la Sierra Maestra. Tras el triunfo del 1959, la disolución de los cuerpos represivos batistianos dio paso a una policía distinta: una que no servía a los poderosos, sino al pueblo.
El propio Camilo Cienfuegos, con su prosa sencilla y contundente, escribió en enero de ese año la orden de transformar el odiado SIM en el Departamento de Investigaciones del Ejército Rebelde. Era el primer paso. Luego vendría la Ley 940, que unificó bajo el MININT a la Seguridad del Estado, la Policía Nacional Revolucionaria (PNR) y otras estructuras, todas con un mismo principio: proteger, no reprimir.
La crónica del MININT podría escribirse con los nombres de sus mártires: los jóvenes del Batallón de la PNR que cayeron en Playa Girón; los agentes anónimos; los que protegieron a Fidel bajo las balas; los Cinco Héroes que enfrentaron el imperio desde sus prisiones. Pero también está tejida con gestos cotidianos: el bomberos que rescataron vidas en el Hotel Saratoga, el oficial de Tránsito que guía bajo la lluvia, el investigador que descifra un crimen en la oscuridad de un laboratorio.
No ha sido una tarea fácil. Desde los planes de la CIA en los años 60 hasta las actuales campañas de desestabilización, el MININT ha sido escudo contra el terrorismo, y la guerra no convencional. Su labor, como diría el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, es “un arte”: el de anticiparse, el de ganar batallas sin que el pueblo note siquiera el peligro que se evitó.
En la Plaza de la Revolución, frente al Martí que todo lo ve, el edificio del MININT sigue siendo un símbolo. No solo por el Che que vigila desde su pared, sino porque detrás de sus puertas trabajan quienes heredaron el legado del Comandante de la Revolución Ramiro Valdés, del General Colomé Ibarra, y de tantos otros que convirtieron el deber en vocación.
Este aniversario no es solo un número, es el ejemplo claro de que la seguridad de Cuba se escribe con letras de sacrificio, entrega y lealtad. Como dijo nuestro General de Ejército Raúl Castro Ruz, “el MININT es el pueblo uniformado”, y en sus seis décadas ha demostrado que, más que una institución, es un pedazo de la conciencia revolucionaria.