Santiago de Cuba,

Manos y corazones jóvenes en el campo

12 April 2025 Escrito por  Yaniuska Pérez Verdecia

Cuando los primeros rayos del sol entran a raudales por la ventana, el joven Adrián Domínguez Guerra, ya ha dejado atrás la comodidad de su cama, y emprende sus pasos seguros al surco.

En tiempos de recrudecimiento del bloqueo y escasez de insumos, el labriego sabe la importancia de producir y entonces, los sembrados de maíz, calabaza, ají, frijol, plátano vianda y fruta, son el sentido de la vida.

Con una seriedad y disciplina en el trabajo que asombra a los de más experiencia, Adrián tiene 15 hectáreas de la tierra en usufructo y el campo es parte de su existencia. “Mis abuelos campesinos me inculcaron ese amor”, asevera el joven de 36 años asociado de la CCS Rafael Hernández.

“Empecé con una hectárea y ya tengo 15, siempre he priorizado la entrega de hortalizas, vegetales, granos y ahora incursiono en el sorgo, el plátano FIAHV-04 con buenos resultados.

“Lo primero es el cumplimiento de la contratación, y mi ejemplo puede servir para otros jóvenes. El campo no mata a nadie, eso sí, lleva esfuerzo y sacrificios; pero hay mucha satisfacción cuando entregas tus productos al pueblo”, dijo.

“Es una forma honesta de obtener lo necesario para garantizar una mejor calidad de vida”, nos dice otro joven guajiro, Yorgendris Calderón García, quien apostó por la tierra y lo hizo bien.

“En mi caso trabajo en la finca familiar El Lucero, cercana a la autopista nacional. Son nueve hectáreas de tierra en áreas de la CCS Gustavo Moll; allí hemos alcanzado halagüeños resultados. Del campo he aprendido sobre la marcha y con los conocimientos de mis padres, las acciones de capacitación y el asesoramiento de especialistas del municipio han servido de mucho para lograr rendimientos en los cultivos varios, granos y frutas”, acotó.

“Recientemente cultivamos por segunda vez dos hectáreas de papa, con resultados de unas 15 toneladas por hectárea. Fueron vendidas al consumo social y también a la población, con buena aceptación”.
Yorgendris Calderón García, tiene 35 años y le acompaña una lozanía pujante. Resalta que los jóvenes constituyen el factor predominante en el desarrollo rural a mediano y largo plazo. “Somos la fuerza potencial para cambiar el futuro agrícola del país”, dice orgulloso.

Sacarle a la tierra los frutos que hoy posee, no fue tarea fácil para Nora Lidia Galdo Serrano en las cinco hectáreas en usufructo y otras dos en vinculación con la UBPC La Armonía, próxima al río Guaninicum.

“Fue una tarea titánica, pero tengo ejemplos bien cercanos, el de mi mamá Lilian Serrano y mi abuelo Oscar Serrano, con una notable trayectoria agrícola”, acota la muchacha de 23 años, devenida productora de cultivos varios.

La Bendecida es el nombre de su finca, que ya toma forma, mientras se alista la tierra para en la actual campaña sembrar maíz y calabaza. Si algo distingue a Nora es su sombrero, su camisa para protegerse del sol, sus pantalones de mezclilla y su vocación por el campo.

“Nada mejor que ver aquí los logros de tanto desvelo y sacrificios, no es fácil, pero tampoco imposible, y nuestro aporte a la producción de alimentos es fundamental. No me arrepiento de entregar mis años de juventud al surco”, puntualizó.

En Santiago de Cuba alrededor de 1 994 hombres y mujeres menores de 35 años se dedican a las tareas agrícolas. Incentivar la repoblación gradual de los campos y la permanencia de los jóvenes en él, es una visión para aquellos comprometidos con el desarrollo rural del país.

Mucho queda por hacer, recalca George Olivares Massó, Presidente del Comité Provincial de la Anap: “En el actual escenario económico del país, la población joven presenta una clara diferencia con el campesinado de mayor edad. Sus elevados índices de calificación y formación les permiten adecuarse con más factibilidad a los avances técnicos y cambios productivos, nos toca atenderlos y estimularlos más”, puntualizó el dirigente campesino.

Yorgendris, Nora y Adrián, son solo tres nombres, pero hay miles de ejemplos. Ellos conocen y aman ese escenario apacible que provoca el campo, y son testigos a diario de que con voluntad ante el trabajo, y con su esfuerzo, ya van abriendo caminos y dando frutos.

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