La celebración del amor el 14 de febrero tiene raíces en la Antigua Roma. Durante el festival de Lupercalia (llevaba a cabo entre el 13-15 de febrero), los romanos honraban a Luperco, dios de la fertilidad, con ritos para asegurar cosechas y salud. Incluían sacrificios de animales y un sorteo donde hombres elegían al azar a mujeres como «compañeras» temporalmente.
Con la expansión del cristianismo, la Iglesia buscó reemplazar festividades paganas. En el siglo V, el papa Gelasio I declaró el 14 de febrero como el Día de San Valentín, honrando a uno o varios mártires cristianos con ese nombre. La leyenda más popular cuenta que Valentín de Terni, un sacerdote del siglo III, desafió al emperador Claudio II, quien prohibió los matrimonios para reclutar soldados casando en secreto a parejas. Capturado y ejecutado el 14 de febrero, se le atribuye haber enviado una carta de amor firmada «De tu Valentín» a la hija de su carcelero, origen de la frase icónica.
En la Edad Media, el día adquirió un tono romántico gracias a figuras como Geoffrey Chaucer, quien en su poema Parlement of Foules (1382) vinculó el 14 de febrero con el apareamiento de las aves y el amor cortés. Para el siglo XV, nobles europeos como Carlos de Orleans (encarcelado en la Torre de Londres en 1415) ya intercambiaban cartas de amor en esta fecha.
La tradición se masificó en el siglo XIX. En 1840, Esther Howland comercializó las primeras tarjetas de San Valentín en EE.UU., mientras que Richard Cadbury lanzó en 1861 las cajas de chocolates en forma de corazón. Hoy, se estima que se envían 145 millones de tarjetas anuales solo en ese país.
El Día de San Valentín es un mosaico de tradiciones, desde rituales de fertilidad hasta gestos de resistencia, pasando por poemas medievales y estrategias de marketing. Más allá de rosas y cenas, su historia nos recuerda cómo el amor y los hechos humanos trascienden el tiempo.