Chapear, desyebar los canteros, dar pico y pala, conformar una presa, sembrar, arreglar cerca, podar... son algunas de las acciones en un sitio donde todos los días hay algo por hacer: “Ya había una tradición familiar, porque nosotros tenemos finca en provincia y en Contramaestre. Pero esto en particular es gracias a Darío, quien no solo lidera aquí, sino que es mi amigo”.
A sus 26 años, Darío Zamora Villalón, ejerce como propietario de la finca Luma, ubicada en el poblado de El Caney de Santiago de Cuba. Él está al frente de un proyecto que tiene el compromiso incondicional de cuatro jóvenes en esa tierra en usufructo:
“Desde el inicio hemos desarrollado prácticas ecológicas y genéticas en plantas para mejorar, por ejemplo, las producciones de plátano, con solo agua de lluvia.
“Hemos consolidado nuestros vínculos con la Universidad de Oriente, integrando el intelecto a la práctica, y la experiencia al centro docente”.
Darío refiere que pudiesen realizar mucho más, si tuviesen más apoyo de la Delegación Municipal y Provincial de Agricultura: “Con más personas que en esas edades construyan y creen, el futuro está garantizado. Quisiéramos vincularnos al Gobierno, sus proyectos comunitarios y sociales. Que nos enseñen a sembrar mejor”.
Actualmente cuentan en la finca con seis variedades de fongo fruta, cuatro del plátano, limón persa, cebollines, calabaza, naranja, ajo porro, coco indio, verde, mandarinas, mango, maíz, caña...; “en cada espacio se cultiva. Nos autoabastecemos, reproducimos la semilla; amontonamos la yerba, cada 12 horas le echamos agua, y se descompone. Al día número 15 le añadimos sal anutricial (agua con sal al 6%), para producir humus de lombriz altamente calcificado.
“No se quema, ya que destruye el suelo y le baja el PH. Con los hornos y madera se cocina, y las cenizas se le incorporan para bajar el PH. Todo se mantiene equilibrado”.
Al tiempo, detalló que instalaron calentadores de agua solares, por compresión hidráulica, ya que se calienta el preciado líquido y genera energía. Un todo por sus propios esfuerzos que demuestra que cuando se quiere todo es posible.
Ellos han contribuido con alimentos a La Colonia, el vecindario y la cooperativa Julio Trigo. “Una hectárea entrega producciones como si fueran tres. Mi mayor deseo es que la juventud tenga más proyecciones de trabajar, de que sí se nos apoya y de que sí se puede”, concluyó.