Si uno analiza los resultados en general, o cualquiera de las citas anteriores, notará que en los primeros escaños se repiten representantes del G20 o de las naciones ricas que integran la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).
Por eso adquieren mucho más valor las primeras medallas de oro de países como Dominica, Santa Lucía y Guatemala, aunque hayan llegado 124 años después del inicio de los Juegos.
También cuentan muchísimo los tres títulos brasileños, los dos cubanos, el de Chile, el de Ecuador, los obtenidos por los países africanos, las cuatro preseas plateadas de México y los lauros colombianos. Gracias a ellos accedimos los de sur a ese salón de lujo, a pesar de tener limitado acceso al desarrollo empresarial y tecnológico del deporte del que gozan las grandes potencias.
Y valen más porque la olimpiada parisina fue muy competitiva, con 63 banderas en lo más alto de los mástiles de premiaciones, al menos una vez, y con 91 países que se inscribieron en la lista de preseas.
Son motivos también para agasajar hoy, en la Patria, a nuestros deportistas –medallistas o no–, que traerán, en los invencibles brazos de Mijaín López Núñez, la bandera de la estrella solitaria que con tanto amor y fervor defendieron.