Orlando Guevara Núñez
Muchas veces hemos honrado los cubanos esta enseñanza martiana, consistente en elegir el sacrificio, dictado por el honor, ante un bienestar acompañado por el deshonor.
El Comandante en Jefe Fidel Castro sintetizó en su pensamiento y su obra el ideal libertario de generaciones de cubanos y de los patriotas que en cada etapa de lucha simbolizaron a todo un pueblo. Una definición suya ratifica esta aseveración: “Porque en Cuba solo ha habido una revolución: la que comenzó Carlos Manuel de Céspedes el 10 de octubre de 1868 y que nuestro pueblo lleva adelante en estos instantes”.
La figura de Ernesto Guevara de la Serna, el Che, es hoy, a 55 años de su desaparición física, más inmensa. Sus enemigos quisieron matarlo, reducirlo al silencio, y lo que lograron fue convertirlo en símbolo y en himno de combate de millones de personas en el mundo.
Para alimentar y justificar su propósito de destruir a la Revolución cubana, al gobierno de los Estados Unidos no le queda otro recurso que acudir a la mentira. Así ha sido desde el triunfo revolucionario del 1ro. de enero de 1959, y ninguna de esas administraciones, desde Eisenhower hasta Biden, ha dejado de utilizar esa arma, aunque hayan terminado siempre en el fracaso y el descrédito.
Estados Unidos, como reza un antiguo refrán sobre Roma, paga a los traidores, pero los desprecia. Utiliza y paga a mercenarios para tratar de desacreditar a la Revolución y destruirla, pero ha estado dispuesto, en pos de sus mezquinos intereses, a sacrificar hasta la vida de esas personas para justificar una agresión directa a Cuba.
Han transcurrido 46 años y no se me ha borrado la impresión de aquella noche de octubre de 1976, en un campamento de combatientes internacionalistas cubanos en la República Popular de Angola.