Orlando Guevara Núñez
La prueba más contundente de la fortaleza de la Revolución cubana es que en 66 años de vida, el imperio brutal y genocida yanqui, a solo 90 millas de nuestras costas, no ha podido exterminarla.
Una vez escribí y ahora sobran razones para reiterarlo, que, en relación con Cuba, todos los gobiernos yanquis, desde que triunfó la Revolución, han sido los mismos perros con los mismos collares; que algunos han ladrado menos, pero todos han mordido igual.
Este pensamiento de José Martí es una clara demostración de su concepto sobre la verdadera democracia: el poder supremo no es de los elegidos, sino de los que eligen. Esta lección martiana tiene fuerza de presencia en el actual proceso de rendición de cuenta del Delegado a sus electores , porque esclarece un concepto para algunos no bien entendido, aunque hayan escuchado el enunciado: ¿Quién es, en una circunscripción, la máxima autoridad?
Decir que el bloqueo yanqui no es la causa principal de las dificultades económicas que hoy enfrenta nuestro país, es como coger a una persona, atarla de pies y manos, amarrarle una soga al cuello con una piedra atada al otro extremo, lanzarla al mar y después afirmar que se ahogó porque no sabía nadar.
Al conmemorarse en este agosto un nuevo aniversario de la fundación de la Federación de Mujeres Cubanas, viene a la mente el recuerdo de tres mujeres santiagueras que, en distintos días y años, dejaron de existir físicamente en este mes, aquí, en Santiago de Cuba.
El 17 de agosto de 1870, fue fusilado en Santiago de Cuba, por las autoridades coloniales españolas, el Mayor General del Ejército Libertador Cubano, Pedro Figueredo Cisneros (Perucho), autor del Himno Nacional cubano. Había nacido en Bayamo, el 18 de febrero de 1818.