Han transcurrido 40 años de aquellos sucesos, pero Tania Portuondo Rodríguez los recuerda muy nítidamente:
“En aquel entonces, Granada tenía algo más de 100 000 habitantes liderados por Maurice Bishop, dirigente del partido La Nueva Joya y Primer Ministro. Desde muy temprano Cuba reconoció la trascendencia del proceso revolucionario granadino. El Comandante en Jefe lo calificó como “una gran Revolución en un pequeño país” y describió la toma del poder por Bishop como “un Moncada victorioso”, cuenta la profesora de español.
Fidel se preocupaba por ayudar a la isla de las especias; una entrañable amistad nació de nuestro pueblo hacia Bishop y Granada. Médicos, maestros, técnicos de diversas especialidades y cientos de constructores colaboraron en servicios esenciales para la población y el fomento de la infraestructura y el desarrollo económico.
Pero el gobierno de los Estados Unidos, despreciaba a Granada y odiaba a su Primer Ministro. Quería destruir el proceso y el ejemplo de quien se había convertido en un verdadero símbolo de independencia y progreso en el Caribe.
“Después de recibir la necesaria preparación para enseñar el idioma español a hablantes de otras lenguas, nos dirigimos al hermoso país del Caribe Oriental. Ozaida y Amanda, tan nerviosas como yo, no dejaban de observar en derredor y el ardiente sol, las montañas y la exuberante vegetación me recordaban a los parajes del oriente cubano: era el 12 de agosto.
“Llegamos enseguida al cottage, una cabaña que se convirtió en nuestro hogar. Era tiempo de carnaval y la alegría era desbordante; el curso escolar comenzaba en septiembre y por esa razón pudimos desandar la ínsula, conocer a su gente y estrechar vínculos afectivos, siempre acompañados por el Mar de las Antillas”.
La profe me mira y yo al mirarla me estremecí, traga en seco y prosigue la historia: “Ejercí el magisterio en varias escuelas: dos días a la semana en centros de un lugar llamado Boca Junios, bastante alejado de la ciudad; un día en Saint George, la capital y dos jornadas en la escuela para señoritas, perteneciente a un convento.
“La felicidad me llenaba, los niños muy humildes me trataban de miss, muy respetuosos y aplicados, muy pronto tenía los rudimentos para saludar y expresar sentimiento en nuestra hermosa lengua cervantina. Pasado un mes, cuando llegaba al aula, no tardaban en decir: Buen día, señorita Tania. Fue una experiencia hermosa; Amanda, muy apegada al cottage en el principio, se fue enamorando de ese pueblo y Ozaida de los prodigios de la naturaleza granadina.”
La Revolución traicionada
Una tragedia se avecinaba. Fruto, desgraciadamente, los mismos revolucionarios granadinos quienes desataron los acontecimientos que abrieron las puertas a la agresión imperialista; de sus filas surgieron hienas que clavaron el puñal del divisionismo y el enfrentamiento.
“El 12 de octubre Bishop fue destituido por el Comité Central del Partido; el día 13 fue arrestado en su domicilio; el 19, el pueblo se sublevó y liberó a su líder. Era una multitud enardecida», explica la hoy jubilada.
“Llegó el ómnibus que tanto esperábamos, junto a nosotras otros seis docentes, y presenciamos la manifestación, pero el prudente y partidista chofer decidió retornar al cottage. Allí, anhelábamos buenas noticias; sin embargo, ese 19 de octubre fue luctuoso, el Ejército disparó a la muchedumbre y asesinaron al Primer Ministro, a otros fieles dirigentes del Partido y a no pocos ciudadanos”.
Una Junta Militar tomó las riendas del país y decretó el toque de queda, “por un salvoconducto fuimos trasladados a Point Salines, lugar donde nuestros constructores habían edificado un aeropuerto -en el que los domingos laborábamos voluntariamente-. El 25 de octubre, a las siete de la mañana, advertimos la cercanía de aviones, luego de helicópteros y cientos de militares descendiendo en paracaídas.
“Venían pidiendo guerra, y el doctor Raúl, su esposa Cristina y yo, que nos habíamos levantado muy temprano, lo vimos todo porque, cuando se produjo el desembarco aéreo, casi todos dormían y las pocas armas no se habían distribuido. Inmediatamente ocupamos los lugares previstos para la emergencia, íbamos a luchar por Granada y por Cuba ante una invasión sorpresiva, traicionera, de estilo nazi. Los combates iniciaron cuando las tropas de Estados Unidos avanzaron hacia nosotros”.
Tania, en su remembranza y con lágrimas, sentencia:
“Muchos no teníamos armas, tratamos de parapetarnos entre los árboles, algunos pudieron alejarse pero finalmente fuimos hecho prisioneros. Vi como los yanquis pateaban a un jardinero; las mujeres fuimos sometidas a registros indecorosos, creían que teníamos pistolas, incluso en el cabello.
“Nos agruparon en una carretera y condujeron hasta una carpintería donde estaban prisioneros granadinos, incluso niños. Al amanecer nos llevaron a una especie de campo de concentración; las féminas estábamos en la enfermería, en condiciones de hacinamiento, y muy pronto los interrogatorios que tenían la finalidad de demostrar que éramos militares encubiertas; no lo lograron porque la verdad se impuso y no faltaron las invitaciones a desertar, -figúrate- a un internacionalista cubano pedirle que traicione a la Patria. Fracasaron, nadie lo hizo».
Inspirado en los campos de concentración que la Alemania hitleriana esparció por Europa cuando la Segunda Guerra Mundial, “alambradas, garitas, intimidación; perros de presa; nos identificaron con unas manillas plásticas que tenían inscriptas una letra y varios números -ya no me acuerdo del mío-. La Cruz Roja Internacional nos visitó y organizó la evacuación hacia Cuba, supimos que 24 hermanos nuestros habían caído en combate”.
El mundo condenó la infundada invasión, hasta Margaret Tatcher, premier del Reino Unido –la antigua metrópolis colonia de Granada- fue severa en sus declaraciones, “pero el gobierno estadounidense no toma en cuenta el criterio ajeno, aunque no pudo con los cubanos que fuimos recibidos por Fidel, que, lleno de admiración, nos felicitó por haber convertido, como en el Moncada, el supuesto revés en una victoria permeada de firmeza revolucionaria, precisamente en el año del 30 aniversario de la gesta”, enfatizó la quien se formó en los Bungos, laboró en varias escuelas de su San Luis natal y en el antiguo Instituto Superior Pedagógico de Santiago de Cuba.
Cottage: denominación de una vivienda granadina