Ernesto Guevara de la Serna nació el 14 de junio de 1928 en Rosario, Argentina, pero se convirtió en el Che entrañable de los cubanos, cuando decidió unirse en México a los expedicionarios del yate Granma que enrumbaron en 1956 hacia la Sierra Maestra, a luchar por la libertad de la Isla.
De allí bajó con los grados de Comandante, ganados bravamente en julio de 1957 y demostrados como jefe de una importante columna, cuando dirigió decisivos combates y en la legendaria batalla final de Santa Clara.
El hombre que se había incorporado como médico a la lucha de los cubanos bien pronto demostró que estaba entre los primeros y más corajudos soldados y que era un inteligente estratega.
Los años que pasó entre los cubanos hablaron de la confianza del máximo Líder de la Revolución, Fidel Castro, de los restantes cuadros del Ejército Rebelde y de su entrañable hermandad con otro líder amado los cubanos, Camilo Cienfuegos.
Como ministro en actividades de gran peso en los sectores de la industria y bancario, Guevara se aplicó a fondo en el estudio y la consagración sin límites al trabajo, para desempeñar con dignidad, creatividad y honradez sus funciones.
Aplicó nuevos métodos de dirección, arrastraba y entusiasmaba a sus subordinados mediante su entrega y ejemplo. Implantó un riguroso sistema de control que preconizaba ante todo la exigencia por la disciplina y el laboreo consciente y aplicado. Su austeridad y modestia fueron proverbiales.
Estimuló el estudio, la calificación entre los obreros, trabajadores en general y sobre todo en los jóvenes.
Junto a la inauguración de nuevas entidades productoras, muchas de ellas en activo y diseminadas por todo el país, se preocupó por la formación de cuadros y
revolucionarios, de un tipo de ser humano distinto, nuevo: altruista, solidario y sin el extremo individualismo glorificado en el pasado.
Y qué decir de su actuación efectiva y serena, para la defensa de la Isla, en los días luminosos y tristes de la amenaza de una guerra nuclear de alcance mundial en la Crisis de Octubre.
Ha pasado el tiempo y el guerrillero que cayó en combate en Bolivia, por la libertad de esa nación el 9 de octubre de 1967, además del reconocimiento amoroso de ser ciudadano argentino-cubano se había ganado tiempo antes también la condición de hijo de la Patria Grande, consecuente con el espíritu bolivariano de José Martí y Fidel Castro, entre otros próceres.
El Che contactó y sigue contactando hoy con la juventud por su espíritu rebelde, revolucionario, que busca el cambio positivo, la justicia social, la libertad y la igualdad de todos los seres humanos por humilde que sea su cuna, cualidades que se expresaron en él casi desde la niñez y ganaron fuerza en su primera juventud.
Creyó en el modelo socialista como el más justo y humano, y supo calar hondo en la deshumanización y alienación esenciales del capitalismo. Fustigó al imperialismo, como aparato e instrumento de dominación, explotación y chantaje en el mundo y en el área de América Latina.
Ahora más que nunca sus alertas se cumplen.
No solo lo había aprendido en los libros en que bebió para su formación política. Su viaje iniciático en motocicleta junto a su amigo Alberto Granados, en 1952, le hizo ver la cruenta realidad de los pobres y desamparados de América Latina y el estado de las culturas originarias. Lo volvió a ver en el medio circundante a la lucha guerrillera cubana.
Hoy, en su cumpleaños 95 los pueblos, el cubano especialmente y los jóvenes agradecen al Che su combate inclaudicable por la libertad y su vida tan tempranamente entregada.
Está arropado por los hijos de esta tierra en el Mausoleo de Santa Clara, junto a muchos integrantes de su tropa. Era un sagrado compromiso de Fidel y sus compatriotas.
Pero también su impronta acompaña a los cubanos en múltiples dimensiones. Y hay que seguir acudiendo a él cada día, a la enorme e imprescindible potencia moral de su obra y pensamiento político, revolucionario, sí, y hasta el conocimiento del sencillo y generoso ser humano que fue.
Como se ha dicho, su voluntad de acero, su sentido del honor, dignidad, austeridad, su coraje que le ayudó a conjurar y vencer los miedos juveniles de todo ser humano, fueron sus cualidades cercanas y muy terrenales, no las de un santo desvaído en una imagen, aunque algunos así quieren recordarlo, de buena fe, y tampoco está mal que así sea.
De ahí la importancia de no hacer una consigna vacía y repetitiva su invocación. Al Che hay que acercarse y amarlo con profundidad. Los que se anonadan a primera vista ante el tamaño y significado de su vida de hombre extraordinario, deben decidirse a buscar inicialmente ante todo el ser humano. Un ser humano que les dará lecciones y la llave para entrar en su corazón y pensamiento.
Maravillosa experiencia para todo el que la ha vivido. Y es su legado de límpidos y buenos recuerdos sobre el Che en su venerable cumpleaños. Jornadas en las que cabalga junto a los cubanos, sintiendo bajo sus pies el costillar del viejo Rocinante, con la adarga al brazo: más necesario que nunca.“¡Ni tantito así!”, Che Guevara.