Pero José Martí, que encomiaba “el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre” y “la utilidad de la virtud” cuando escribió a María Mantilla, reconoció que “la dignidad del hombre es su independencia” y para obtener la cubana, la lucha armada era la única vía.
Conmemoramos los 128 años del reinicio de las luchas contra el dominio español. Fueron diversas las localidades orientales que se alzaron el 24 de febrero de 1895; en esta provincia santiaguera Guillermón Moncada se pronunció en Alto Songo; Quintín Banderas en San Luis; Alfonso Goulet en El Cobre; Victoriano Garzón en El Caney; Manuel La O Jay y Félix Cayamo en Palma Soriano.
La historia exalta a Baire como el sitio que, por excelencia, tipifica el levantamiento en armas contra la nación que en aquel entonces, como dijera en 1868 Carlos Manuel de Céspedes, “gobierna a la isla de Cuba con un brazo de hierro ensangrentado”.
Cuatro siglos de férreo colonialismo, de esclavitud -que según Martí es la gran pena del mundo- y el derecho de Cuba y los cubanos a ser libres -ya que la Corona hasta prefirió la derrota ante los Estados Unidos antes que reconocer la independencia- sí justificaban el hecho de que la única vía era la toma de las armas: vida, prosperidad y tranquilidad nos fueron desconocidas y negadas.
La del 95 fue una Guerra Necesaria que, como versa en el Manifiesto de Montecristi, no era “contra el español, que, en el seguro de sus hijos y en el acatamiento a la patria que se ganen podrá gozar respetado, y aun amado, de la libertad”. Fue por la libertad; que para alcanzar, invoca hasta de los más grandes sacrificios.
“Revolución es unidad, es independencia, es luchar por nuestros sueños de justicia para Cuba y para el mundo”, acertadísimo contenido del concepto que Fidel Castro proclamó en el 2000 y que, de alguna manera, define también las causas y propósitos de la que, justamente, Martí calificó como Necesaria.