En uno de estos artículos, expresó: “Es recia, y nauseabunda una campaña presidencial en los Estados Unidos. Desde mayo, antes de que cada partido elija sus candidatos, la contienda empieza. Los políticos de oficio, puestos a echar los sucesos por donde más les aprovechen, no buscan para candidatos a la presidencia aquel hombre ilustre cuya virtud sea de premiar o de cuyos talentos pueda haber bien el país, sino el que por su maña o fortuna o condiciones especiales pueda, aunque esté maculado, asegurar más votos al partido, y más influjo en la administración a los que contribuyen a nombrarlo y sacarle victorioso¨.
Y prosiguió su análisis:”Una vez nombrados en las convenciones los candidatos, el cieno sube hasta los arzones de las sillas. Las barbas blancas de los diarios olvidan el pudor de la vejez. Se vuelcan cubas de lodo sobre las cabezas. Se miente y exagera a sabiendas.
Se dan tajos en el vientre y por la espalda. Se creen legítimas todas las infamias. Todo golpe es bueno, con tal que aturda al enemigo. El que inventa una villanía eficaz, se pavonea orgulloso. Se juzgan dispensados, aún los hombres eminentes, de los deberes más triviales del honor. No concibe nuestra hidalguía latina tal desborde. Todavía asoman, detrás de cada frase, las culatas de aquellas pistolas con que años atrás, y aún hoy de vez en cuando, se argumentaba acá en los diarios en épocas de elecciones. Es un hábito brutal que curará el tiempo.
En vano se leen con ansia en esos meses, los periódicos de opiniones más opuestas. Un observador de buena fe no sabe cómo analizar una batalla en que todos creen lícito campear de mala fe. De plano niega un diario lo que de plano afirma el otro. De propósito cercena cada uno cuanto honre al candidato adversario. Desconocen en esos días el placer de honrar¨.
(…) Se ve aturdir, escamotear, comprar, falsear el voto¨.