En el acto público, celebrado en la capital cubana, el pueblo apoyó sin reservas esa nacionalización, respaldo que tuvo lugar en todo el país. Con anterioridad, el 17 de mayo de 1959, se había proclamado la Ley de Reforma Agraria. El gobierno norteamericano había decidido ya hundir a la Revolución cubana. Así rebajó primero y suprimió después la cuota azucarera, al tiempo que los consorcios petroleros yanquis se negaban a refinar el petróleo procedente de la Unión Soviética, lo que fue respondido por el Gobierno Revolucionario, el 28 de junio de 1960, con la nacionalización de la Texaco, de propiedad norteamericana. Pocos días después, esa medida fue aplicada a la Esso – también estadounidense- y a la Shell de propiedad británica.
Esta no fue, sin embargo, una decisión aislada, ni de represalia impensada. El 14 de agosto del mismo año, fue nacionalizada la planta de Níquel de Moa, y el 17de septiembre pasaron a manos del pueblo cubano tres grandes bancos norteamericanos radicados en Cuba, mientras que el 13 de octubre, un total de 382 grandes empresas y el resto de los bancos pasaban también al patrimonio de la nación. Al día siguiente, era proclamada la Ley de Reforma Urbana, que daba la posibilidad de propiedad de las viviendas a las personas que las habitaban.
Las nacionalizaciones se ajustaron estrictamente a los derechos y normas internacionales para estos casos. Los propietarios de otros países fueron indemnizados, pero Estados Unidos prefirió, tal vez creyendo que la Revolución no resistiría sus embates, boicotear la fórmula cubana para el pago.
Ya, desde junio de 1959, las autoridades norteamericanas habían reconocido, por inobjetable, el derecho de Cuba a la nacionalización, pero puntualizando que esa decisión debía estar respaldada por la obligación de una compensación “pronta, adecuada y justa”, lo cual se traducía en pago inmediato, el precio que ellos pusieran y en dólares al contado.
Ellos mismos sabían que Cuba no estaba en condiciones de pagar al contado las propiedades nacionalizadas, pues cuando el dictador Fulgencio Batista y sus cómplices huyeron del país, se llevaron unos 424 millones, dejando vacías las arcas estatales. Esos millones, en su mayor parte, fueron a parar a los Estados Unidos, en manos de los esbirros, ladrones y políticos corrompidos que en ese país encontraron seguro abrigo.
Con estas nacionalizaciones, se cumplía en lo fundamental el Programa del Moncada y Cuba entraba en otra etapa histórica que la ponía en condiciones de emprender la construcción del socialismo proclamado por Fidel el día 16 de abril de 1961, víspera de la invasión mercenaria de Playa Girón, organizada, financiada y dirigida por el gobierno norteamericano y que nuestro país venció en menos de 72 horas.
En ese memorable día, en el acto de clausura del Primer Congreso Latinoamericano de Juventudes, donde se dieron a conocer las nacionalizaciones, el Comandante en Jefe Fidel Castro reieteró al imperio norteamericano una posición inclaudicable de la Revolución cubana:
“Comprendan de una vez por todas que no nos van a doblegar! ¡Comprendan de una vez por todas que Cuba devolverá ley revolucionaria por agresión contrarrevolucionaria! ¡Comprendan de una vez por todas que Cuba ni se rendirá ni se venderá!
Y una posición de principios con vigencia para todos los tiempos:
“Cuando quieran discutir que vengan a discutir de igual a igual. Cuando quieran discutir que vengan a discutir aquí, con un país que ni se rinde ni se vende Y desde luego, no sueñen jamás que Cuba podrá volver a su carro, que Cuba podrá volver a su círculo de títeres. ¡Cuba jamás volverá a ser lo que fue! ¡Cuba jamás le hará el juego a los intereses del imperio yanki! Cuba estará siempre al lado de los pueblos oprimidos; Cuba estará siempre al lado de los pueblos que no explotan a otros pueblos; Cuba no estará jamás al lado de las castas de privilegiados; Cuba estará siempre junto a los humildes, ¡Cuba estará siempre junto a los amigos de los humildes! “”