Esta santiaguera se graduó en el primer curso de la Escuela Formadora de Trabajadores Sociales y se licenció en Sicología, tal vez por eso, sabe llegar a cada uno de sus asistenciados con empatía, amor, humanismo.
En el consejo popular El Caney, específicamente en las comunidades de Ducoreaux, Sabana Ingenio y La Kety II se le ve caminar largas horas visitando los núcleos vulnerables, y aunque no lleve el beneficio material, su ayuda es esencial.
“Los trabajadores sociales somos el ente que diagnostica la problemática social de cada familia y de ahí laboramos en función de erradicar esas complejidades: coordinando, orientando, acompañando en un proceso a un adulto mayor, a una madre de tres hijos o más que a lo mejor no le vas a dar la vivienda pero la encaminas y la orientas que vaya a Planificación Física, que adopte un estatus legal de su casa, o que en algún momento el padre de los hijos no los atiende, y uno le indica cómo hacer una demanda de pensión alimenticia, los derechos que tienen sus hijos y los padres con estos. En eso radica nuestra función, dijo Hechavarría.
“Cada vez que hago esos recorridos salgo con la mejor sonrisa aunque tenga el mayor de los problemas encima porque esas personas están esperando por lo mejor de uno, aunque no le lleves
nada pero vas y le dices ¿Cómo está? ¿Cómo se siente? ¿Fuiste al turno del médico? Eso los consuela porque son gente muy pobre de alma y recurso.
“En la localidad no trabajo sola, siempre lo hago con mi Delegado, discutimos caso por caso y nunca hemos estado en contradicción.
Asimismo sucede con los presidentes de los barrios y otros factores. Cuando uno está involucrado con la comunidad la gente no sale a quejarse en la calle, ni va al municipio. Ahhh, siempre hay quien está insatisfecho con una respuesta; pero cuando sé que tengo la razón y no me comprende vuelvo pasado los días y le explico nuevamente en la mejor de las formas, porque es una de las características principales que debe tener un trabajador social, además de ser muy humano y muy empático sobre todas las cosas,
ponerse en el lugar del otro”, puntualizó.
En su trayectoria laboral Hechavarría ha cumplido diversas tareas como jefa de programas, dirigente, misión en Venezuela, sindicalista, Secretaria General del Sindicato de la Cultura, juez lego en el Tribunal Municipal del Poder Popular y otras que le han permitido varios reconocimientos, pero su amor a la profesión le hace volver cada vez a las calles y casas de sus familias vulnerables.
Entre las anécdotas que recuerda con cariño está la labor que desarrolló en el programa de atención a niños con fibrosis quística.
“En El Caney solamente habían tres personas con la enfermedad, dos menores y una adulta. La adulta se mantenía bastante estable porque era esposa de un doctor, pero con los niños si los
visitábamos constantemente en la casa y escuela, y uno llega a familiarizarse con estos. Pasado el tiempo deje de verlos porque cambié de trabajo y una vez vi a la madre de uno y le digo: ¿Y Oscarito? –dice: Óscar en Venezuela todo un hombre, compensado de su enfermedad, con hijos, igual está Alfredito. Entonces siempre que esto pasa uno se acuerda de cuánto se interesó por ellos, de
cómo sufríamos cuando hacia crisis, de cómo pensábamos que no lo iban a lograr y ahí están. Eso te reconforta. Te da felicidad”, comentó.
De igual forma se le aguan los ojos cuando habla de la paciente psiquiátrica de El Caney que daba unos escándalos en todas partes: bodega, farmacia, mercado. Y como la gente buscaban a
Rubenis para que la calmara porque decían que era su hija.
“La única que la sacaba de ese trance era yo. Me la llevaba de ahí para su casa, a veces para la mía, principalmente los fines de semana, y la pelaba, le cortaba las uñas, la bañaba, le daba la pastilla por las mañanas en el desayuno y cosas así.
“El otro día, sin querer, organizando el librero me encontré uno de Fidel dedicado de ella para mí. Hay que ver como esta señora que era una paciente psiquiátrica pero que tenía una ideología muy marcada porque estudió derecho, me regalaba aquel ejemplar del Comandante quien decía que los trabajadores sociales éramos los
médicos del alma. En la dedicatoria dice: Este libro pertenecía a Irma Vázquez dedicado a mi hija Rubenis. Y yo digo… bueno esos detalles son los que consuelan el alma”, concluyó.
Este 10 de septiembre se cumple un aniversario más de la creación del Programa del Trabajador Social en Cuba. Sirva la historia de Rubenis para felicitar a estos hombres y mujeres que tanto hacen por los más necesitados en las comunidades.