¿Cómo llegó el bizcochuelo a esta pródiga tierra?
Hace más de 200 años no había ni una sola mata en la Isla, originaria del sur de la India, considerada la fruta nacional de Pakistán y Filipinas, además de ser el árbol nacional de Bangladesh.
El mango cruzó los mares y en el siglo XV comerciantes y viajeros lo extendieron por regiones subtropicales. Se dice que las primeras semillas llegaron a Cuba por el puerto de La Habana a finales del XVIII, procedentes de Jamaica, aunque no se descarta que al Oriente entró desde la República Dominicana.
De mitos y leyendas
La leyenda señala que en 1902, el marino español José Burgos, radicado en Cuba, ancló su balandro en Dominicana para visitar a una de sus hijas, llevó al barco dos mangos y de esas semillas nacieron dos árboles, uno murió, y el otro, según afirman los lugareños se conserva aún en Zacatecas; dando al mito no desmentido, que así llegó el fruto a suelo caneyense.
Cuentan las historias que esta región estaba poblada por aborígenes que se dedicaban a la agricultura y la cerámica, y que las fincas cafetaleras de los franceses llevaban la huella del trabajo esclavo.
Tierra bendecida
En la Cooperativa de Créditos y Servicios (CCS) Mártires del Caney, muchos de sus asociados fueron beneficiados hace un lustro con viviendas creadas en el antiguo instituto preuniversitario del Minint, devenido en una funcional comunidad con apartamentos, círculo infantil, consultorio médico, escuela multigrado, entre otros servicios que aportaron calidad de vida y comodidad a sus moradores.
Tierra santa es esta región, favorecida por el clima y la fertilidad de sus suelos para la producción frutícola de los más diversos tipos: piñas, guayabas, mamoncillos, zapotes, marañones, caimitos y mangos, en especial el bizcochuelo, de inigualable sabor, único de su tipo en el país y muy demandado, pues según los expertos el cultivado en otros sitios degenera de forma enigmática.
Para conocer un poco más de la CCS conversamos con Bacilis Leyva Durán, su presidente, quien expresó: “Surgimos al unificarse dos cooperativas, en marzo de 1998. La ‘Mártires del Caney’ está imbuida en la cosecha del mango; aprovechando el despunte de la maduración, destinamos una parte a nuestra minindustria y el resto lo comercializamos directamente a la población en las Ferias, centros asistenciales, educacionales, empresas...
“Como es costumbre, cuando termina una temporada comenzamos a prepararnos para enfrentar la otra, nos dedicamos a las rutinas diarias de las plantaciones y a su atención cultural.
“Para el acopio de la fruta, este año tenemos un estimado de más de 600 t, recuperamos por años los envases, entre los que están 100 cajas paletas -conocidos como parles-, y unas 600 de madera y plásticas; en este período no hemos podido comprar ni un solo envase. Nuestra fuerza de trabajo está preparada para enfrentar la cosecha y la realidad nos dirá la última palabra.
“Buscamos alternativas para paliar el déficit de combustible y lubricantes que nos afecta considerablemente; le pedimos a los productores que traigan lo cosechado -pues no tenemos posibilidad de buscarlo en el campo-, ellos emplean carretillas alquiladas o propias para que no se pierda la fruta.
“Si cambiara la realidad, tenemos el transporte para enfrentar la actividad, un camión y un tractor de la CCS y varios propiedad de los campesinos vinculados; hay que tirar con lo que tenemos y continuar aruñando para tratar de que la fruta llegue a la industria y al pueblo, pues lleva intrínseca el sudor de nuestros miembros, y de esa cosecha depende su economía.
“Esta zona es de frutales, la agricultura es de secano y los suelos muy pobres en nutrientes; los demás cultivos se dan en pequeñas cantidades y no son rentables, se siembran a poca escala.
“Es la época en que además del mango, hay cañandonga, tamarindo, zapote que se entregan a la ‘mini’; en el caso del marañón desde hace varios años ha sido muy pobre”, acotó.
Aunque conocimos que la producción se ha afectado por los apagones, no se detiene y elaboran de forma manual encurtidos de vegetales. En el caso de las pulpas de mango, tamarindo, cañadonga, zapote y otras, aunque también lo hacen de forma tradicional, en un momento del proceso necesitan pasarla por el equipamiento que funciona con electricidad.
Llegamos en apagón y Leyva Durán nos comentaba: “Estábamos desde las 3:00 de la mañana en la ‘mini’ para aprovechar el poquito de corriente, a las 6:00 la quitaron y quedó una producción sin terminar, cuando la pongan la recocinamos para terminarla, de lo contrario tenemos que darle otro destino, por ejemplo, a la producción de vinagre.
“El sacrificio de los trabajadores va más lejos de lo que la población pudiera imaginar, adoptamos como medida que a la hora que llegue la electricidad nos trasladamos a la minindustria; tenemos seis mujeres que sin vacilar cuando la ponen preparan condiciones y vienen para acá.
“También, nos golpea la falta de envases para la producción terminada, no tenemos un suministrador, comercializamos las pulpas en diferentes frascos, en tanques para su venta a granel, en nailon, botellas y pomos de varios formatos que pueden taparse herméticamente. Son productos que se envasan caliente y lo ideal son las botellas tapadas con la chapas para su conservación”.
¿En caso de una superproducción qué hacen?
“Una vez nos encadenamos con la fábrica de compotas que queda relativamente cerca, y no dio resultado; se nos encarece mucho el producto por el consumo de corriente.
“Estamos tratando de negociar con La Estancia 20 toneladas de pulpa, aunque por la situación energética su calidad no es la misma para la elaboración de la compota de los niños; en estos momentos es muy difícil hacer planes estimados y cumplir con la cantidad pactada”, aseveró.
Son muchos los obstáculos, pero no se amilanan, solo piensan en cómo hacer llegar las frutas y sus derivados a los hogares y centros laborales santiagueros.
En ocasiones sienten la falta de justeza ante el esfuerzo que realizan para poder estar presente en la Feria, y dijo:
“Los inspectores a veces se detienen en pequeños detalles y sin embargo, vemos cómo los merolicos y revendedores que no derramaron ni una gota de sudor, venden a precios abusivos y no pasa nada, la verdad que no es fácil”.
Por la sencillez que lo caracteriza le cuesta trabajo hablar de éxitos y logros. Indagando conocimos de méritos ganados: la CCS Mártires del Caney se coronó Vanguardia Nacional y su presidente Bacilis Leyva Durán, fue delegado al Congreso de la Anap y nos expresó: “Nos toca ahora cumplir con los objetivos trazados: la producción de alimentos, el funcionamiento y el perfeccionamiento de los métodos y estilos de trabajo y seguir creciendo, buscando alternativas para que no se pierda ningún producto y lleguen a la mesa.
“Quedó claro que nuestro principal compromiso es producir, producir y producir. En lo personal, en 15 años que llevo en la CCS es la primera vez que voy a un Congreso, y esta experiencia me queda para la historia, estoy orgulloso de haber representado a mis campesinos. Ahora nos toca hacer más con menos, porque tenemos la tierra y hay que ponerla a producir”, sentenció.
Mini industria, Mipyme estatal, Frutas de El Caney
Aunque en este sitio el área se mantiene mojada por el propio proceso fabril, la pulcritud llama la atención. Su administradora, Aurelia Virtudes Suárez Olivera, expresó: “Tenemos que combinar el trabajo con las labores hogareñas; como vivimos en la comunidad nos vamos para la casa, adelantamos los quehaceres y cuando llega la corriente volvemos al trabajo, es engorroso, pero cumplimos y nos satisface hacerlo.
“Hemos hecho estudios de mercado de la pulpa de mango, principalmente con los niños, ese es nuestro laboratorio, si a ellos les gusta, al adulto también, ellos la llaman la compota de la Mipyme.
“Hacemos Festival de Materias Primas con los niños de la comunidad, ellos traen las botellas de cerveza -valen $7.00-, y le damos los vasos de guarapo que son a 15.00 pesos, gratuitamente; desarrollamos mucho trabajo comunitario. Además, tenemos dos Puntos de Venta, uno en el mercadito, frente a la Farmacia, en el centro del poblado, y el otro aquí.
“También hemos incursionado en la elaboración de otros productos; compramos maíz, caña y una guarapera, molemos el grano y con la harina, hacemos pudín que endulzamos con el guarapo y lo vendemos para suplir el déficit de pan, y también vendemos guarapo.
Gladys Montoya Cobián, médico-veterinaria de profesión, es obrera del centro fabril, ella atiende el almacén y se integra a cualquier tarea que la necesite, nos dijo: “Hacemos lo que haga falta, los precios de las elaboraciones que comercializamos son asequibles, me satisface colaborar con la alimentación del pueblo”.
En la nave de acopio nos encontramos con un hombre muy locuaz y muy conocedor de su labor, Jorge Miguel Fonseca Aroche, Técnico Integral, quien nos dio una amplia explicación desde que se planta la semilla hasta que se procesa el fruto.
“En la CCS tenemos un estimado de unas 622 t, un 17% menos de la cosecha pasada, entre todas las variedades, debido al cambio climático y al factor hombre. Este año la floración fue de un 89.6%.
“La maduración está siendo paulatina debido a la sequía, y los picos de cosecha habitualmente se logran en mayo y junio, en ocasiones se extienden hasta julio.
Al finalizar la cosecha tendremos los verdaderos resultados en consecuencia con lo programado y su cumplimiento”, aseveró.