Se va haciendo común ver en sitos de socialización la ocurrencia de accidentes, fuego, asaltos, asesinatos, noticias y rumores mal intencionados, producidos por internautas que solo piensan en ganar un like y decir primero lo ocurrido, sin tener en cuenta las nefastas consecuencias que pueden acarrear esas aptitudes y los daños emocionales a terceros.
Estoy segura que la mayoría consumió las publicaciones más recientes que conmocionaron a casi todos los cubanos, relacionadas con el fallecimiento por ahogamiento de un joven en un río del municipio de Songo-La Maya en Santiago de Cuba, en el que irrespetuosamente se hacía viral la tristeza de los familiares presentes en el momento en que fue encontrado.
Algo parecido sucedió con la muerte del niño en la capital cubana, succionado por un tragante en medio de la inundación provocada por el mal tiempo; quienes estaban en el lugar decidieron grabar el instante del trágico suceso en vez de prevenirlo, regañarlo, alertarlo, brindar ayuda o socorrerlo.
Más cercano en el tiempo, e igual de doloroso, fue el video del trágico accidente del cantante Paulo FG, que circuló al instante de haber ocurrido el hecho, y exponía las condiciones en las que había quedado el artista.
Estas publicaciones son repudiables y deberían ser condenables, pues un hecho de esta índole no es un show mediático, y sí estremece hasta lo más profundo del corazón y los sentimientos humanos a las personas que lo reciben, y en particular a familiares, amigos y conocidos de las víctimas, cuyo dolor debe ser respetado.
Otra arista del tema, es la manera denigrante en que muchos en las redes sociales se suman al enjuiciamiento público, responsabilizando o atribuyendo la culpabilidad a este o aquel; esos criterios, muchas veces infundados, multiplican el dolor, elevan el sentimiento de culpa, crean el odio o rechazo hacia personas que pudieran ser inocentes y dañan a víctimas y dolientes, quienes precisan de solidaridad, comprensión, palabras de consuelo y aliento, ante una situación que quizás no tiene solución.
Harina de otro costal, como se dice en buen cubano, son los odiadores de la Revolución, quienes como de costumbre, raudos y veloces, politizan todos los hechos, y buscando culpables, siempre dejan que esta recaiga en el Estado y el Gobierno.
Lo cierto es que con el uso de las nuevas tecnologías, son muchas las puertas que se abren, unas para llevarnos a conocer el mundo con sus luces y sombras, otras para el aprendizaje, el entretenimiento, la búsqueda de información y conocimiento, pero ¡Cuidado!
Hay puertas que exponen lo peor del ser humano, intentan seducirnos con el sensacionalismo, y nos pueden hacer caer en una trampa; máxime si por décadas nuestro sistema social no ha dado cabida a la prensa amarillista, esa que hace del morbo, las bajezas humanas, los escándalos y la manipulación, el pan nuestro de cada día.
Entonces, sirvan estas líneas de alertas para saber deslindar qué consumimos en las redes sociales, revisemos los perfiles de los adolescentes y jóvenes que conviven en casa, porque un me gusta a esos comentarios o videos denigrantes, nos pudieran igualar a quienes, sin importar el dolor de una pérdida, o la repercusión de un hecho, solo intentan crear conflictos, confusión y ganar seguidores.