Santiago de Cuba,

El temblor

13 November 2024 Escrito por  Jorge García Orce
Tomada de Facebook

Da un martillazo, dos, tres, ¡Hay! Sacude la mano y continúa. Papá trabaja, otros se intrigan, comentan o critican.

-¿Qué está inventando ahora?

-Debe ser una mesa, una puerta, o algo así

-¡Dejen a ese loco! Siempre haciendo cosas inútiles.

Papá mide, comprueba y perfora. Ahora coloca y asegura los remaches y mira entonces a Nino con una expresión de júbilo.

-¿Qué es, un juguete?

-Es un escudo.

-¡Qué rico, para jugar a las espadas!

-No- Rectifica él- es un escudo antisísmico.

Los muchos temblores de tierra de los últimos días también le han sacudido la mente. Son necesarias otras medidas, piensa Papá, porque esta casa es muy grande y vieja. Más que centenaria, se dice y pasea la vista en derredor. Imagina el desplome de aquellas paredes y él, tratando de salvar lo más valioso, bajo de una lluvia de ladrillos y tejas, convertidos en proyectiles mortales.

-¡Un escudo antisísmico!- y crece el entusiasmo de Nino

-Debe ser para combatir los temblores

-¿No?¿Y cómo se usa?

-Muy fácil, está hecho para ti, lo agarra fuerte por aquí ¡Fuerte, sin soltarlo! y cubres la cabeza y la nuca, porque puede caer mucho polvo y piedras del techo- explica y el niño asiente- estará siempre al lado de tu cama, al alcance de la mano ¡Ven, vamos a practicar.

La práctica le recordó a Fico, recién llegado a la manigua, repitiendo una y mil veces la engorrosa maniobra de cargar su viejo fusil para dominarlo en el combate y responder así a la confianza de su jefe, el coronel Elpidio Valdés.

Nino se acuesta y hace como que duerme. En cualquier momento, Papá sacude ruidosamente la cama: ¡Un temblor! ¡Un temblor!

El niño se para, calza las botas reforzadas, se cubre con el escudo y se agacha, una vez en la esquina, otra debajo de la cama. Todo en el menor tiempo posible.

-Vamos a repetirlo- exige Papá- debe ser más rápido.

-¡No, quiero merendar!

Nino aún desconoce el contenido de una mochila bajo la cama, si no colaboraría más en el entrenamiento: caramelos, sorbetos, galleticas dulces y saladitas, dos refrescos, un libro de historietas, un carrito, barajas puro material antisísmico. De reserva, claro.

Día y noche, con mucho disimulo, Papá no aparta los ojos de Nino. Ayer, sin embargo, los párpados le pesaban tanto que recostó la cabeza en el balance para sobrellevarlo. Al rato, se vio a si mismo perseguido por un temblor de tierra, pero él solo, que corría por la calle mientras las personas caminaban, hacían colas, protestaban por los precios, piropeaban, obstruían las aceras el corría hacia la casa y el temblor pisándole los talones. Entró gritando y fue recto al cuarto de su hijito, lo abrazó con todo el cuerpo justo en el momento en que el temblor asomaba a la puerta y se reía de su cara de susto.

Despertó sudando frente al ventilador. En un instante estuvo de pie y en otro en el cuarto de Nino. Todo tranquilo; el escudo dormía en su sitio pero la cama estaba vacía. Papá se agachó debajo y lo sorprendió con una mano dentro del paquete de galleticas y una sonrisa de chocolate:

-¿Papá, sentiste el temblor?

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