Desde donaciones de sangre, entrega de víveres, agua potable, artículos domésticos, personales, dinero y medicamentos. Por solo citar algunos ejemplos de quienes han contribuido de manera directa o a través de alguna institución: los Distritos del Partido, las Intendencias del Gobierno, la Fiscalía, el Consejo Electoral, la Unión de Periodistas de Cuba y los medios de comunicación, en general, los CDR y la UJC, cada centro laboral…
La Anap, la membresía de la Uneac en el territorio, la Universidad de Oriente, los bancos Popular de Ahorro (BPA) y de Créditos y Servicios (Bandec); Cimex, las brigadas artísticas, la Asociación de Descendientes de Haitianos; las iglesias santiagueras, proyectos independientes como el Millenium Bar, Piñateando, Sonrisas Guardería Infantil y De corazón, cuentapropistas o en fin: todos los santiagueros.
Cada uno de nosotros ha visto reflejado en su hijo, a aquel pequeño que perdió sus juguetes; a la madre que no tiene una cobija para su bebé; el que ahora debe empezar desde cero; el anciano con el dolor en el alma por haber perdido todo cuanto poseyó por décadas.
Con cada testimonio conmovedor al paso de los días, el corazón se desgarraba más, pero con cada envío el cuerpo y el alma se reconfortaban al menos un poco.
Hombres y mujeres de la Ciudad Héroe han partido a las comunidades de Imías, San Antonio del Sur, Baracoa y Maisí: prestando un transporte para los traslados, campesinos dirigiéndose a la producción de alimentos, brigadas de la Empresa Eléctrica, rescatistas de la Cruz Roja, voluntarios para entregar lo acopiado, o simplemente ofrecer el soporte más valioso, el espiritual.
En lo personal, cuánta emoción de saber que con cada granito de maíz -donde cabe toda la gloria del mundo, parafraseando al Apóstol José Martí-, con cada gesto, con cada iniciativa, se levanta Guantánamo y su pueblo, y con él latimos todos los santiagueros; con él late toda Cuba.