La carpa, espacio vital de los artistas circenses, llegó hasta recónditos parajes de la isla, pero las referencias más antiguas de malabaristas, prestidigitadores, saltimbanquis y mimos aparecieron en Cuba a finales del siglo XVIII en las Actas Capitulares del poder colonial insular.
Aquellos documentos demostraron desde mil 793 la existencia de personas dedicadas a realizar maromas durante los festejos del Corpus Christi.
De igual manera, admitían desde entonces payasos y titiriteros en mansiones de adinerados y también plazas públicas.
Ya en los años mil 800 la carpa se ubicó en un solar yermo de La Habana, devenido posteriormente Plaza de Marte, un tinglado de lona y maderas destinado a circo ecuestre.
En lugares como este, artistas españoles y novatos de la isla ofrecían funciones de variedades y esas representaciones con figuras populares fueron los antecedentes del llamado teatro vernáculo, en boga desde entonces y hasta las postrimerías de los años 60 de la pasada centuria.
Un homenaje a la más prestigiosa compañía circense de este país puede salir de otro tributo, esta vez, al padre del teatro en Cuba, Francisco Covarrubias, quien se formó en sitios de esta categoría.
El momento de elevar la carpa a los grandes escenarios dio un repunte cuando en el siglo XIX se encontraba de actuaciones en esta capital el Circo París.
Considéresele un gran acontecimiento que marcó la ruta hacia una fiebre circense en 1915, con intereses en promover espectáculos de hombres y fieras.
Compañías de renombre en la época fueron los Hermanos Torres. Fundada en 1934, uno de sus miembros encarnó al conocido Payaso Chorizo.
La etapa después de 1959 fue de cambios hasta para ese arte en Cuba y la agrupación se convirtió en Circo Nacional que debutó en la Plaza del Vapor, conocida actualmente como Parque El Curita, cerrado por las calles Reina, Galiano, Águila y Dragones, en esta capital.
Una carpa azul llegó para quedarse, con espectáculos estables. Es la carpa Trompoloco. Luego, vinieron los festivales: Intercirco, Circuba, iniciados en 1981, con una parada desde 1991, para regresar después del largo descanso en 2007.
Claro que en un circo todo es diversión, pero con arte, muy arriesgado, por cierto, pero con la recompensa, primero de hacer felices a niños y adultos; segundo, el premio por el trabajo.
Diversos galardones internacionales ha recibido el Circo Nacional de Cuba, como Pista Joven, de París, Primavera de Pyongyang, República de Corea, Veo Veo, en España, o Riva de Garda, Italia.
El Circo Nacional de Cuba cuenta con una escuela, subordinada al Centro Nacional de Escuelas de Arte, que aporta al mundo circense la mayor parte del talento artístico de la isla.
Las giras internacionales han llevado a sus integrantes a países como Argentina, Chile, Portugal, Francia, Suiza e Inglaterra, entre otras naciones, hasta completar todos los continentes.