Se define como una mujer sencilla, -dice en un breve alto en el ajetreo de estos días-, nacida en Santiago de Cuba, el 22 de diciembre de 1982, pero a los siete meses fue con la familia a vivir al que sería su terruño y criada por los abuelos, puesto que sus padres trabajaban.
El camino que la condujo hasta lo que es hoy comenzó con su papá, Mayor retirado de las Tropas Especiales, a las cuales quería pertenecer, pero cuando se lo comentó, le respondió que eso era para personas fuertes, rudas.
Fue entonces que ingresó a la Escuela Militar Camilo Cienfuegos, Los Camilitos, donde se graduó de Infantería, en la carrera de Mando; luego los estudios en la escuela Interarmas de las FAR, José Maceo, en Santiago de Cuba, de la cual egresó en el 2004 y comenzó a trabajar en la Brigada de la Frontera como segunda jefa de pelotón, jefa de pelotón, jefa de compañía y segunda jefa de batallón, en ese orden.
Posteriormente me trasladaron para el Sector Militar de Imías, de jefa de operaciones, después, jefa de batallón de infantería ligera de montaña en Baracoa, posteriormente cursé el primer grado de la academia en Santiago de Cuba y regreso como jefa de Estado Mayor de mi municipio y cuando se retira el jefe del Sector Militar, me nombran en ese puesto, en el 2020.
Recuerda que se encontraba movilizada desde el 18 de octubre pasado, por la compleja situación electroenergética del país y luego en el cumplimiento de tareas por la amenaza del huracán, sin tiempo apenas de ir a la casa, cuando recibió la llamada del Presidente del Consejo de Defensa Municipal (CDM), Lázaro Castellanos Matos y una frase: esto se ha complicado.
Yo estaba en el local del oficial de guardia y les dije a los oficiales que tenía en el sector militar, ¡vamos muchachos!, eso era en pleno huracán, estaba cayendo agua, tronando, relampagueando, con vientos fuertes; pasamos la calle hasta el Consejo de Defensa, el presidente nos informó dónde estaban familias en peligro y había una guagua esperando para llevarnos hasta esos lugares, cuenta Anisley.
Entonces, por si acaso él pensaba prohibirme que yo fuera, por cuidarme, le dije: me voy con los muchachos y salí con mis oficiales y se fueron incorporando algunos trabajadores civiles que estaban conmigo en el sector militar.
Comenzamos a evacuar a las diferentes familias que estaban en riesgo, fue una situación muy difícil, sacamos a las personas con el agua al pecho y no importó ningún riesgo, yo al frente de mi tropa, porque no les podía pasar nada y les indicaba, “no te vayas por ahí”, nunca perdí el mando ni el control de cada uno de los que me acompañaban, independientemente de que yo también cargaba a una persona mayor.
Cuando veía que uno de ellos no podía le decía, apártate y cogía yo misma al evacuado y ya cuando ellos ven el jefe actuar así, no hay quien eche para atrás, empezamos como a las 10 y pico de la noche hasta el otro día pasadas las 10 de la mañana.
Por el barrio de Los Pinos el río era tan fuerte que no podíamos tirarnos y un muchacho de apellido Gamboa nos prestó una soga larguísima y la pasamos de un lado al otro y pudimos cruzar y evacuar una familia.
Recuerdo una cerca que rompimos, había un niño chiquito, una persona mayor y su esposa y de ahí tuvimos que poner una escalera para subirlos hasta un segundo piso, y también me impactó mucho las personas mayores que cuando llegamos a sus casas el agua estaba en el borde de la cama y rápido las cargamos hasta la guagua
Una vez que entramos en la etapa de recuperación se nos dio la tarea, junto al pueblo, de la limpieza y nosotros apoyamos, hasta que llegaron nuestros compañeros de Granma, de Santiago de Cuba, de Las Tunas, de la Región Militar.
Mi ascenso fue tremenda sorpresa y a la vez un gran orgullo, si bien esa promoción estaba propuesta desde antes; recibí al Ministro de las FAR, General de Cuerpo de Ejército Álvaro López Miera, normal, después nos reunimos en el Consejo de Defensa Municipal, en la sede del Partido y él preguntó cómo se había portado la jefa del Sector Militar, si había cumplido con mi deber.
El jefe del Ejército Oriental, General de División Eugenio Rabilero Aguilera, se paró y dijo que por mi trayectoria y las labores durante el paso del huracán Oscar se me iba a ascender al grado inmediato superior de coronel y el ministro me puso la charretera, un momento muy feliz porque ocurrió en mi municipio, en el Consejo de Defensa donde muchos de los que están ahí son reservistas, mis milicianos, mi pueblo.
Madre de dos hijos, uno de ocho años y otro de 13, para tranquilidad de Anisley, su casa se ubica en Jesús Lores, una parte alta donde no hizo estragos la crecida de los ríos, y también que su esposo, que es militar, trabaja en Guantánamo y el ciclón lo atrapó de este lado, estaba con ellos, “así pude desempeñarme mejor”, enfatiza.
Mi familia es bastante sacrificada y consciente de lo que hago, mis hijos me entienden, aunque a veces me reclaman, pero bueno, a veces me tengo que imponer, porque les digo que ese es mi trabajo.
No me vanaglorio de haber salvado tantas vidas, evacuamos como a 35, y durante la noche del huracán le repetía a mis muchachos, “aquí no puede pasar nada”, siempre en los combates hay bajas, pero no podía permitir que hubiera bajas, no quería que pasaran cosas malas, aunque hubo un fallecido en el municipio y visitamos a la familia, junto con el presidente del Consejo de Defensa Provincial.
Como mismo dicen que yo inspiré a otras mujeres, en el tiempo que les tocó a Vilma, Celia, Melba, Haydeé, nuestra general Teté Puebla, todas ellas en su momento hicieron lo que les tocaba e incluso, nuestra general todavía sigue combatiendo.
Lo que hice no fue sola, fue con el colectivo de mis subordinados, y este ascenso, más que llevar las charreteras en los hombros, es un compromiso más con mi pueblo, con la Revolución y ahí estaré hasta que me necesiten.