Santiago de Cuba,

Un fusil como bastón y viceversa

29 March 2023 Escrito por  Jorge García Orce

Este levantó los brazos para rendirse y por eso le dieron, jaraneó el doctor Machadito mientras curaba al joven rebelde, herido en una mano, el abdomen y una pierna cuando avanzaba hacia la primera línea de fuego  frente al Cuartel de Río Frío, a las puertas de la ciudad de Guantánamo.

La ráfaga enemiga arrancó una mala palabra a Chino y lo escupió como un hollejo sobre la tierra reseca del inolvidable noviembre de 1958. ¡Coño!, estoy vivo, se alegró y ese descubrimiento le animó a arrastrarse lejos del tiroteo hasta que pudo levantarse, clavando el fusil inutilizado y empujando hacia arriba el cuerpo agujereado, y tambaleándose unos segundos para respirar y equilibrarse, y echó a andar con su preciado Garand, ganado semanas  antes a tiros limpio, como bastón de apoyo. Así, todavía inseguro y con las botas sudando coágulos de sangre, lo encontraron sus compañeros y le enviaron con urgencia al doctor Machadito.

Chino era un guajirito de allá de Olimpo, en Alto Songo, que desde niño tuvo que pegarse duro en la caña y el café para poder comer y ayudar en la casa. Creció despreciando a los guardias por abusadores que eran; tú estabas en una fiesta bailando y podían quitarte la muchacha para bailar ellos; y podían hasta matarte si te revirabas; no era fácil soportar aquello, y muchas cosas más.

Tanto mal no hay cuerpo que lo resista y Chino comenzó a ayudar con armas y otros pertrechos a los alzados en la loma. Una noche, él y Dersy Quevedo tumbaron los cables de alta tensión y La Maya se apagó. El plan era asaltar al día siguiente el carro de la Compañía Eléctrica que vendría a reparar la supuesta avería, y ocuparle todo el cable telefónico para asegurar las comunicaciones entre dos campamentos guerrilleros. La cosa salió bien y poco después Chino se alzó en El Saíto, zona limítrofe entre La Maya y Guantánamo; zona rebelde. Entonces, el II Frente Oriental Fran País García admitió dos nuevos combatientes: El Chino y su escopetica.

Aquella calibre 12 tronó lindo en las escaramuzas y combates como el de El Ají: Los casquitos subían en camiones y los rebeldes arriba, esperando; ¡Suéltenla!, mandó de pronto el jefe, y echaron a rodar loma abajo una roca que tres hombres no podían abrazar, y se formó la balacera; la escopetica de Chino tiraba de todo: balines, tachuelas, cabezas de clavos… a falta de municiones.

 Los guardias respetan nuestras escopetas, pero un fusil es un fusil, soñaba Chino esperanzado, que en esa ocasión pudo hacerse de  ¡un Garand!, una carabina semiautomática de 15 cartuchos de alcance superior a 800 metros, con la cual osó arrimarse a la principal línea de fuego contra el cuartel batistiano de Río Frío, pero una andanada contraria lo revolcó ensangrentado en la tierra guantanamera; él se sintió vivo y se alejó  arrastras sin soltarlo; cuando pudo se incorporó y siguió, hacia su salvación, apoyado en el preciado fusil como si fuera un bastón.

… y viceversa

Cuba gorjea la libertad en Enero de 1959. Chino está en La Habana con su columna 6, mandada por el épico comandante Efigenio Ameijeiras,  fundador y jefe de la nueva Policía cubana, y en esa también va Chino, al tiempo que gracias a un viejo conocido, el doctor Machadito, recupera la movilidad de la mano derecha, y al poco tiempo regresa a Santiago.

Aquella de Río Frío fue la última acción bélica de Chino, mas no su último combate; nada de eso. La vida le había armado una emboscada justo para los años del descanso senil. El glaucoma se ensañó en él... a los 70 veía tan mal que su estado natural era tropezar. Entonces enfrentó la verdad: era inevitable la ceguera y debía usar un bastón.

La pérdida visual es un golpe muy duro a cualquier edad, pero en la ancianidad es un nocao. Cuando se han debilitado o perdido reflejos y motivaciones, arraigados hábitos, rutinas, gustos y preferencias, la adaptación y convivencia con la ceguera puede ser muy traumática.

Chino, ya septuagenario recibió un entrenamiento especial en el Centro  Nacional de Rehabilitación del municipio, hoy mayabequense, de Bejucal, y retornó a Santiago de Cuba, soldado al fin, dispuesto a servir a los demás.

En la Asociación Nacional del Ciego hizo época un grupo de invidentes, mujeres y hombres, cada cual con su bastón y guiados por Chino que en las cercanías del Estadio Maceo del Reparto Sueño, aprendían a vivir. Subían y bajaban la escalera de acceso a la instalación, bordeaban la manzana para entrenar la orientación y movilidad. También ejercitaban el uso de los sentidos del tacto, oído y olfato, el cruce de las calles… El instructor insistía en el empleo de un lenguaje educado para pedir y agradecer la ayuda, el cuidado de la higiene y la apariencia personal, en fin, transmitía a sus alumnos todo lo que le fue enseñado a él.

Con su inseparable bastón cual fusil libertario, Chino ha tenido activa participación y protagonismo comunitario en el núcleo zonal del Partido, círculos de abuelos, actividades de la asociación de ciegos y la práctica de su fe cristiana. Es portador de altas condecoraciones militares y estatales, y de la medalla de campeón de la carrera popular Maracuba 2010.

El pasado  24 de marzo Eleucides Vinent Carbonell, nuestro Chino cumpIió 90 años. Sigue allí, en su casa de la avenida de Céspedes y calle H, donde convive con una hija. Tiene la mente clara y es, de seguro, de las poquísimas personas ciegas en Cuba que con tal edad aún hace ejercicios físicos, camina y cruza las calles de su barrio.

­¿Qué explica semejante arrojo? Su respuesta es simple y tremenda como la bala que lo hirió hace 65 años en el combate de Río Frío y todavía tiene incrustada en el muslo derecho.

-Siempre he tenido muchos deseos de vivir.

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