Santiago de Cuba,

Marinita, la de la clandestinidad

01 December 2023 Escrito por 

A Marina Malleuve Bottino le sale por encima de la ropa el coraje; en cada historia que cuenta, a pesar de sus 82 años, proyecta por su voz y mirada la valentía de aquellos muchachos que se enfrentaron a la dictadura de Fulgencio Batista. En su memoria guarda con mucho orgullo esa etapa que le marcó su vida para siempre.

Marinita, como también la llamaban sus compañeros de lucha, nació en Santiago de Cuba y aprendió de su padre la devoción por las ideas martianas, maceístas, por Eduardo Chibás y por el partido Ortodoxo. Fue esto lo que le impulsó a conspirar, a reunirse en silencio, a marchar y hasta recibir golpes por sus doctrinas.

“Apenas era una niña cuando integré la Asociación de Alumnos del Seminario Martiano y la Legión Maceísta. Ya en la adolescencia ingresé en la escuela de Comercio y al mismo tiempo al Instituto de Segunda Enseñanza, donde conocí grandes amigos que me convidaron a participar en las luchas estudiantiles”, dijo.

Entre estos se encuentran Eduardo Yasser, Orlando Benítez, Cuqui Bosch, Félix Pena, Josué y Frank País y Gloria Cuadras, a quien conoció a través de las relaciones de amistad de esta con su padre. A partir de ese momento surgió una unión inquebrantable.

Al ingresar a la juventud ortodoxa y con el ejemplo de estos líderes se fue consolidando su pensamiento revolucionario, que estuvo acompañado de acciones que ya hacía para enfrentar a la dictadura.

“Pena, quien se convirtió en mi ídolo, y yo nos hicimos uno, andábamos juntos todo el tiempo conspirando; igual con María Teresa 'Teté' Cortés, al principio éramos las dos únicas muchachitas que salíamos en las manifestaciones de la lucha estudiantil.

“Durante ese tiempo no me perdía una causa en la que considerara que era importante mi presencia y apoyo, así estuve en los juicios que les hacían a varios compañeros, entre ellos el de Frank; fui varias veces a la prisión de Boniato y al Vivac a ver a quienes estaban detenidos; salí a la calle ante el reclamo del asesinato de amigos y muchas otras acciones, y aunque pretendía hacerlo sin que mis padres supieran, muchas veces la prensa me delataba porque estaba en la primera fila”, destacó.

Su relación con Frank País se consolidó más cuando cogen a Josué preso y lo dejan detenido en su casa porque era menor de edad; al ser compañeros del instituto lo visitaba con frecuencia.

Fue tanta esa compenetración con esos muchachos que Rosario -madre de los País- se convirtió en la mamá postiza de Marinita, y viceversa: “Mi mamá Rosario se murió diciendo que yo era esa hija hembra que Dios le había dado”.

Entre sus secretos guarda la vez que tuvo el privilegio de escuchar parte de la defensa de Fidel Castro en el juicio por los sucesos del asalto al cuartel Moncada, primero a través de “Bebo”, quien fue entrado por un conocido del hospital Saturnino Lora y luego con Gloria Cuadras: “nunca se me olvida, fue el día que Melba Hernández se sacó del moño la carta de Fidel; eso lo presencié yo, te lo juro, aunque en mi casa nunca se enteraron hasta pasado los años por lo que eso implicaba, pero Gloria me tapaba todo.

“Formé parte del Frente Cívico de Mujeres Cubanas y del Frente Cívico de Mujeres Martianas. En estas organizaciones salíamos a manifestarnos, hablábamos por la radio, denunciábamos los crímenes, desapariciones y otras actividades revolucionarias; de este modo nos fuimos convenciendo de que a Batista había que enfrentarlo por las armas. En mi mente eso siempre estuvo presente, muchas veces salí golpeada, me enfrentaba como un 'macho', el que me daba le daba, me tiraron en el piso y cogí golpe, pero nunca me detuvieron, incluso hasta una bofetada le di a Cañizares, policía batistiano, porque nos ofendió, y aunque él era mucho más alto que yo, cogí fuerza, salté y le di en su cara, no hay que decir como salí, pero la acción fue lo que importó”, agregó.

Recuerda que cuando se formó en Santiago de Cuba el Movimiento 26/7 la primera reunión se dio en casa de Gloria y como siempre estaba con ella, tuvo relación con la dirección.

“De esta forma se estrechó mucho más mi vínculo con Frank, él se apoyaba en mí y me utilizaba en cosas serias. Dicen que tenía mucha confianza en mi persona porque sabía que tarea que me pusiera yo la cumplía. Con él puse bomba, preparé niple y aprendí a manipular y disparar armas de fuego”, argumentó.

Durante las acciones del 30 de noviembre Marinita tenía 15 años, integraba el Bloque Estudiantil Martiano que dirigía Félix Pena. En los días cercanos Gloria Cuadras le dijo entre susurros: “Nos tiramos” y guardó ese secreto hasta ese día en el que Pena le dio la orden de quedarse acuartelados en la escuela Activa.

“Allí estuvimos como seis muchachos esperando las armas, prestos para salir. A eso de las 9 y pico de la mañana nos dieron la orden de retirada, nosotros no queríamos aceptarla porque estábamos listos para pelear ese día.

“Los hechos de Santiago de Cuba marcaron un hito en el movimiento, en la ciudad. Te puedo afirmar que el pueblo entero se solidarizó, apoyó la causa. Fue el detonante de la lucha y demostración que era verdad que un grupo de jóvenes estaban dispuestos a derrocar el gobierno del tirano con las armas. Además se vistió por primera vez el uniforme verdeolivo, el cual fue confeccionado en silencio y anonimato por santiagueros”, señaló.

Para Marinita esos días fueron de mucho estrés, coraje y valentía. Pasado el tiempo son días de gloria, de homenaje, de reencuentro con los que quedan y con los que no están presente, pero sí en su corazón. Tres fechas son sagradas para ella: el 30 de Junio, 30 de Julio y 30 de Noviembre; aunque ya no vive en la ciudad heroica, trata siempre de estar.

“Es un compromiso que tengo con esas efemérides, con mis hermanos. Me siento obligada a estar esos días aquí con ellos, en su tumba, en la intimidad, es algo que no puedo separar de mi vida” sentenció.

Entre las misiones más difíciles para esta santiaguera estuvo la de vestir a Frank País de verdeolivo cuando se realizaba su sepelio: “primero estaba con el traje blanco que fue el que utilizó en el juicio de la Causa 67, que era la del 30 de Noviembre; pero al transcurrir un rato, en mi mente me lo representé vestido con el traje verdeolivo, porque pensé que ese también sería su anhelo.

“Cuando se lo dije a mi mamá Rosario y se llegó al consenso entre todos, se le informó al Movimiento y este lo aprobó, pero la orden era que yo lo vistiera, eso me mató...” Marinita hace una pausa, de sus ojos salen lágrimas y dice: “Fue la misión más dura que cumplí en la lucha insurreccional, porque también estábamos muy heridos por lo ocurrido con Josué, solo 30 días antes… Esas son otras historias para contar”.

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Yanet Alina Camejo Fernández

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