Santiago de Cuba,

DECODIFICANDO familias

Lo mío son los tacones

18 March 2023 Escrito por  Ana María Lora Sosa

“Llama ahí al sobrino pa' jugar a la pelota”. Una frase que recuerda  mi entrevistada, con la misma mala voluntad que a los trajes con los que lo vestían cuando era pequeño.

Ahora sentada en las butacas rojas del teatro, vestida con el rosa de sus sueños, tras formar una familia, verse operada y poder mostrar al fin el nombre de Beline en su carné de identidad; dice sentirse una mujer afortunada, fue sin duda una victoria.

Cuando Luis Miguel nació, su padre creyó que al fin tenía el sucesor masculino. Para Memo, era la luz después de perder a su esposo, por eso desde el inicio se aferró a  su nieto como leona en celo.

La ilusión del padre quedó rota y lo alejó, tiempo después de que Gladys viese a Luis, con solo cuatro años, exhibirse por toda la casa, con una falda blanca como vestido y unos tacones, no tan altos, de color beige con detalles dorado.

Recuerda con dolor como su padre se volteó a su madre con reclamos, por permitir que su hijo usara semejantes atuendos. “Si tú quieres que él sea…, deja de trabajar para cuidarlo, porque mientras sea yo quien lo eduque, él va a ser quien yo quiera֨”, gritaba su padre ofuscado.

Beline recuerda a su abuela con ojos brillosos, casi transparentes. Presiento que es su talón de Aquiles y dice “Creo que a Memo, mi  abuela, le hubiera gustado ver mi transición, aunque en el fondo siempre lo supo”.

Sin duda, Beline es más feliz desde que no se oculta. Incluso el tío de Cienfuegos, quien de pequeño lo llevaba a jugar, hace unos meses llevó a su sobrina del brazo con orgullo.

Es parte del pasado el traumático juego de pelota, que siempre yo  terminaba recogiendo flores del parque; recordarlo ahora me hace reír.

Romper un estereotipo, siempre es un reto que no todos asumen. Los vecinos rumoreaban “cada vez que él va al parque vuelve con una florecita. A veces encontramos la burla y la falta de respeto en sitios que deberían ser de armonía”.

Cuando la niña más admirada del aula de preescolar, se acercó a Luis para declarársele e intentó darle un beso, él le dio un empujón y corrió hacia el baño a llorar.

Ese día se estableció el pacto de ocultar eso que la sociedad llamaba malo, porque de lo contrario podía terminar como un compañero de clases (que hoy también es trans, me dice), golpeado por niños de primero a sexto grado, en el patio de la escuela; “nunca se me olvida, y recuerdo como si fuese hoy la voz de una maestra que debía protegerlo y sin embargo dijo: ‘No lo desaparten, a ver si se hace fuerte’.

Gladys, su madre, asumió la realidad de que a su único hijo le gustasen los hombres y se sintiera una mujer, porque el amor hacia alguien no se clasifica por género y se mide con el respeto.

Una de las decisiones más difíciles en su proceso de autoaceptación y transformación a quien quería ser -me cuenta-, fue elegir obligatoriamente entre ejercer su profesión de logopeda o verse como una chica; para entonces la sociedad era muy homofóbica y tuve hasta quien me dio como argumento: "los niños no pueden crecer viendo malos ejemplos".  

Esta es Beline, abanicándose, jugando con el cabello teñido de rubio, con la calle Enramadas de fondo. Camino a casa se roba unas cuantas miradas con su caminar, va feliz, segura, porque como me dijo: ‘para inspirar a otros, debes estar segura de ti misma’.

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