Conocida no solo como la esposa del Mayor General Antonio Maceo Grajales, uno de los héroes más sobresalientes y entrañables de las gestas emancipadoras cubanas; también porque en plena manigua, ejerció la humanitaria labor de enfermera de campaña junto a su suegra, Mariana Grajales, reverenciada como la Madre de la Patria.
María Josefa Eufemia Magdalena, como se le nombró al nacer en la finca de San Agustín, en Jutinicú, Santiago de Cuba, creció en un hogar de cubanos humildes, campesinos honrados y muy trabajadores, pero discriminados por su origen y color.
La pequeña finca propiedad de sus padres era vecina de la propiedad de los Maceo, en la municipalidad de San Luis. Ambas familias sostuvieron desde siempre estrechas relaciones de amistad, de ahí que compartieran valores como la honradez, la sed de justicia, espíritu de trabajo y el patriotismo.
A sus 24 años, esta hermosa mujer, en todas sus dimensiones, contrae matrimonio con el Titán de Bronce y fue su compañera en la vida y la manigua. Junto a Mariana, acompañó a su esposo desde los inicios de la Guerra de los 10 años, en 1868; iban a los campos de batalla a prestar le auxilio a los heridos. No solo curaban o ayudaban a salvar a los mambises, también a los soldados enemigos que encontraban heridos.
Sin duda la influencia de Mariana fue decisiva en la formación moral y el temple de la joven, y aunque la trayectoria de esta mujer jamás podrá separarse de la historia del Titán de Bronce, María se había ganado el homenaje y el respeto por su excepcional entrega a las luchas libertarias.