Así somos las féminas, inquietas, coquetas, enérgicas, valientes, bellas, delicadas… nos trazamos metas y no cesamos hasta alcanzarlas, porque nuestro baluarte está precisamente en las ganas de hacer, crecer y ser útiles.
Somos madres, hijas, esposas, trabajadoras por excelencia; podemos ir en tacones y también en botas, usamos sayas, vestidos y pantalones; vamos con el pelo suelto o recogido, con pamelas o gorras, pero nunca perdemos nuestra identidad y mucho menos dejamos de perseguir sueños.
Podemos llorar, reír, caer, levantarnos, pero nunca renunciar a ser libres, independientes; nos enamoramos de nuestros logros, de lo que somos capaces de hacer y vencer; amamos la mujer en la que nos vamos convirtiendo cada día.
Cierto es que una maternidad no nos limita de crecer, de superarnos, emanciparnos, pero quien es madre sabe bien lo que implica un embarazo, y más aún ser madre de pequeñines dependientes del calor de nuestros brazos.
Mujer es sinónimo de fortaleza, y la nuestra va más allá de músculos endurecidos y abdomen plano; la fuerza de una fémina incluye la responsabilidad y el sentido de pertenencia con la que asumimos cada uno de nuestros roles; las ganas o la necesidad de sostener murallas, de superar peldaños, depende de la manera en la que nos proyectemos ante el espejo.
Así vamos por la vida, con pasos firmes y seguros, pero siempre dejando huellas de amor; venciendo batallas y sacudiéndonos el polvo del camino; embelleciendo con cada vuelta del sol y brillando fuerte, así como sus rayos iluminan el horizonte.
Felicitaciones a todas las mujeres del mundo, especialmente a las cubanas, por ser, existir, superarse, soñar, defender sus derechos y mostrarse como la flor más bella; por brindar cada día la mejor de las enseñanzas.