Desde hace 120 años -esta noche serán 121- aquí se vive ese momento clímax en el corazón de la ciudad; es la costumbre con más de un siglo, que no ha perdido un ápice de emotividad; es vitorear la existencia plena de la Patria; es abrazar al familiar o amigo; es reencontrarse con el viejo conocido; es confirmar que late en cada Fiesta a la Bandera, el sentimiento popular de gratitud hacia quienes tuvieron la iniciativa: Moya, conocido como Chichí; Bacardí y otros, por instaurar un festejo que distinguió a la urbe en el año inicial del siglo XX… acontecimiento exclusivamente de Santiago de Cuba.
¡Cómo le debe esta localidad a Chichí y al patriota Don Emilio! pues según el vespertino Diario Oriente, Moya, “…cubano de temperamento exaltado, espíritu inquieto, muy preocupado por cuantos problemas reclamaran un esfuerzo cívico en bien de la comunidad”, concibió la idea de regalar a la ciudad la primera bandera cubana que debía ondear oficialmente en el edificio municipal, una vez consumada la derrota del colonialismo español en nuestro archipiélago.
La propuesta de Moya fue asumida por Bacardí con su proverbial entusiasmo. Y ellos, y toda una comisión, pusieron manos a la obra.
Chichí encabezó y promovió una colecta pública y con el dinero reunido se encaminó al establecimiento comercial situado en la intersección de las calles Santo Tomás y San Germán, y lo entregó al propietario, Luis Gómez, con el encargo de confeccionar la bandera con dimensiones especiales: ocho metros de largo.
El 31 de diciembre de 1901, a las 12 de la noche y en el instante en que comenzaba el año 1902, el patriota, independentista y filantrópico santiaguero, Don Emilio Bacardí Moreau, primer Alcalde cubano de Santiago de Cuba, instituyó la llamada Fiesta a la Bandera, y la enorme Enseña Nacional, donada al Ayuntamiento, fue izada hasta el final del mástil en lo alto del frente del edificio.
Apuntes de la época señalan, que una vez enarbolada la bandera e interpretado el Himno Nacional por la Banda de Música de los Bomberos, Bacardí, acompañado de una comisión política y social con figuras relevantes de la ciudad, pronunció un discurso en el que, entre otros aspectos, alabó a dos santiagueros ilustres: el Mayor General Antonio Maceo y su progenitora, Mariana Grajales que más de un siglo después, fue declarada Madre de la Patria. Luego, la comitiva visitó en su hogar, a María Cabrales, viuda de Antonio Maceo; Bacardí le trasmitió felicitaciones, además del homenaje implícito al Titán de Bronce.
Desde aquel 31 de diciembre de 1901 se inició lo que sería la tradición más arraigada en Santiago de Cuba: la gran Fiesta a la Bandera, que cumple hoy 121 años. En ese lapso solo se dejó de celebrar en una ocasión: en 1956, a causa de las Pascuas Sangrientas, cuando fuerzas de la tiranía del dictador pronorteamericano Fulgencio Batista, perpetraron alrededor de 30 asesinatos de revolucionarios en el norte de la antigua provincia de Oriente.
El hecho es que por celebración tan singular, miles de santiagueros se congregan en el Parque Céspedes cada 31 de diciembre por la noche, y allí esperan en medio de la despedida del viejo año, la llegada del Año Nuevo. Lo hacen como parte de esa hermosa tradición: hacerle una fiesta a la Bandera Cubana que desde hace más de un siglo ocupa el sitio donde siempre debió estar y que fuera usurpado sucesivamente por España y los Estados Unidos.
Junto a la Enseña Nacional en el Parque Céspedes, en otra fecha llena de simbolismo, habló el Comandante en Jefe Fidel Castro el 1.de enero de 1959 para anunciar al mundo que por fin Cuba era -y es para siempre- libre y soberana; el Líder Histórico de la Revolución cubana regresó al mismo balcón en 1984, para decir “¡Gracias, Santiago!”, en ocasión de otorgársele a la localidad el título de Ciudad Héroe de la República de Cuba y la Orden Antonio Maceo.
Y aunque este sea un jolgorio único en su género, y la música, la alegría y los fuegos artificiales inunden el “Céspedes” y su entorno, esta Fiesta conserva intacta la connotación patriótica que le dio origen. Es, además, un acto histórico cultural exclusivo, sin parangón en Cuba y el mundo, a pesar de que en los últimos tiempos otros territorios del país y especialmente de la zona oriental, incluso localidades de la provincia santiaguera, también lo han festejado; la celebración desde el principio, carga con una dosis de leyenda, esa que le confiere a la Bandera facultad de predecir pues es creencia popular: si ondea el año nuevo será venturoso para todos.