Lo “diferente” o lo “diverso”, por el solo echo de pensarlo se transforma en un escándalo que solo es equiparado cuando ocurre un acto de violencia o de crimen que termina con la vida de alguien, y solo si es enfocado por los noticieros. Lesbianas, gay, homosexuales, transgéneros, introvertidos, intersexuales, Q+, raritos...No son más que etiquetas del repudio social a aceptar lo que forma parte de la sociedad misma.
Son simplemente y en su máxima expresión, seres humanos, que aman, sienten y padecen con igual o más intensidad, porque quizás en ellos se encuentren más valores, principios y sentimientos de bondad que en otros. En nuestra sociedad existe un movimiento de defensa institucional y fuera de lo normado que aboga por sus derechos; incluídos en una Carta Magna y un Código de las Familias.
Aunque también es cierto que aún se solapan muchos comportamientos y comentarios homófobos, sexistas, de género, de discriminación...tras un chiste entre compañeros o amigos y mucho más. Aún hay mucho machismo con el que barrer en el día a día. Incluso en lo laboral y en los espacios de oportunidades, asimismo, queda por hacer una labor todavía colosal.
Si queremos ser justos, hay que empezar por aceptar que todos formamos parte de una unidad. Es espantoso escuchar que en América Latina u otra parte del planeta, se puso fin a la existencia de alguien por su orientación sexual. Constituye una vergüenza para la humanidad, que nos deja muy por debajo de los animales; y que solo habla de la frustración personal de muchos que se ocultan tras una falsa heterosexualidad. Tras un extremismo, siempre habrá un oportunismo.
Que las leyes nacionales e internacionales caigan con igual fuerza sobre los infractores, y que todos seamos concientes de que cada quien merece ser feliz sobre la base del respeto y el amor, permitirá que esta lucha contra la Homofobia y todas las formas de fobia hacia una conducta sexual no heteronormativa, valga la pena.
Ojalá las familias sanen de igual manera, acepten a sus hijos, y puedan darles un futuro mejor, donde los primeros en eliminar el odio sean ellos. Que la comprensión empiece por el hogar, luego la comunidad, la escuela, la educación sexual, el trabajo, en todos los espacios físicos y virtuales -pues algunos ocultan su bullying tras un perfil falso-, y finalmente la sociedad en su conjunto. Todos merecemos respirar el mismo aire: el de la felicidad y el de la paz.