Trabajar en el Partido es, antes que todo, una condición profundamente humana. Significa asumir las alegrías y los dolores de nuestra sociedad como propios. Significa escuchar más que hablar, acompañar más que dirigir, sostener más que brillar.

En tiempos complejos, ustedes están ahí: organizando, resolviendo, explicando, intentando tender puentes, sostener la esperanza, construir soluciones posibles.

Por eso, más que celebrar una victoria, quiero reconocer un compromiso. El de quienes trabajan cada día, priorizando el sentido ético, la paciencia, la humildad. El de quienes entienden que el Partido no está por encima del pueblo, sino dentro de él.

Fidel nos enseñó que en el Partido deben imperar el mérito, la capacidad y la modestia. Y que ningún cargo puede ser excusa para el privilegio. Ese sigue siendo el horizonte. Una militancia sin adornos, pero con conciencia. Una vocación de servicio, no de poder.

La realidad nos exige sensibilidad, autocrítica, cercanía. Nos exige también coherencia: que lo que defendamos en los documentos lo practiquemos en los barrios, en los centros de trabajo, en la conversación directa con nuestra gente.

Vivimos en un contexto desafiante, no solo por lo económico, sino también -y cada vez más- por lo cognitivo, simbólico y cultural. La política se ve cada vez más desplazada por el espectáculo; la verdad, arrinconada por la velocidad de la opinión. Las redes digitales, que podrían ser puentes, se usan muchas veces como trincheras. Y en esa guerra de percepciones, de ruido, de imágenes diseñadas para manipular, la Revolución aparece muchas veces tergiversada, reducida o difamada.

Ante ese escenario, nuestro papel no es replicar el ruido, ni caer en la lógica del escándalo. Nuestro deber es más profundo: sostener la verdad con serenidad, defender los principios sin arrogancia, y hacer de nuestra práctica política una pedagogía de humanidad.

Hoy más que nunca, necesitamos un Partido que se parezca al país que construimos y soñamos juntos. Que escuche sin prejuicio, que actúe sin burocracia, que piense con sentido común y corazón colectivo.
No hay recetas mágicas. Solo hay caminos. Y una voluntad infinita de recorrerlos unidos.

Por eso, esta felicitación es un gesto de gratitud y un recordatorio: El lugar que cada uno de ustedes ocupa en esta organización es valioso, porque nace de una elección consciente, de una responsabilidad asumida sin estridencias.

Lo que hacemos importa. Lo que no hacemos, también.
Cuidemos entre todos esta tarea hermosa y exigente de construir, de acompañar, de resistir sin perder la ternura, ni el amor, ni el sentido de justicia.

Gracias, sinceramente, por seguir ahí.