Manuel Ascanio Gutiérrez nació el 6 de octubre de 1940 en Songo la Maya, Santiago de Cuba, hijo de campesinos muy humildes. Su padre trabajaba en una pequeña finca que constituía el sustento para su mujer y sus 10 hijos.
"Hasta que llegó el momento en que se la quitaron. El capitalismo, cuando menos te lo esperas, te muestra sus garras. Recuerdo que tenía apenas 8 años cuando la guardia rural dio un ultimátum a mi padre para abandonar su terreno".
Su familia logró instalarse en una pequeña área de un sitio conocido como La Genoveva. "La miseria era terrible, ni yo ni mis hermanos asistíamos a la escuela y ya tenía 10 años".
La Zafra y la producción de carbón colocaban a duras penas un plato sobre la mesa familiar: "Era una gloria cuando mi padre lograba cortar un camión de caña porque ese día comíamos", recuerda Manuel; pero al poco tiempo de concluir la zafra, su padre, expuesto a las inclemencias del tiempo, contrajo una grave enfermedad que le provocaría la muerte. Desde entonces tuvo que vivir con su padrino:
"Gracias a él, a los 11 años pude asistir a una escuela pública por primera vez, fíjate si era tanta mi dedicación que en menos de dos años logré obtener el tercer grado", contó con orgullo. "Me encantaba leer, por las noches me escapaba de la casa y me encerraba con los libros en la escuela. Yo me quedo asombrado de toda esta literatura que existe hoy en día y muchos no la aprovechan.
"Trabajaba muchísimo en el campo recogiendo café, sobre todo en la finca de mi padrino, pero ir a la escuela era lo que más me importaba".
A sus 19 años triunfa la Revolución Cubana y ve en esto una vía de avance y superación por lo cual deja su antigua casa y se traslada a Loma del Gato con su abuela, quien vivía en condiciones paupérrimas.
A pesar de ello, allí tuvo su primer contacto con el Partido y la Juventud Socialista Popular, en esta última ingresa con su primo. "Nos incorporamos a las Milicias. Cuidábamos todos esos cañaverales con unas escopetas muy viejas hasta las 3 de la mañana. Éramos incansables".
Pronto el Partido, al analizar sus actitudes, lo selecciona junto a un grupo de jóvenes para realizar una expedición al Pico Turquino. Sintió orgullo al caminar por los antiguos parajes de la Sierra Maestra donde se había refugiado el Ejército Rebelde; posteriormente fue enviado a la ciudad de la Habana por un decreto del Comandante Raúl Castro Ruz, donde continuó con su preparación para ingresar en las filas del Ministerio del Interior.
"Esa acción nos sacó de la miseria. El Partido se alegró mucho de que nos eligieran, a partir de ese momento pude ayudar a mi mamá y a mi abuela. Al enviarnos a la Habana fuimos jóvenes más puros, más revolucionarios, más comunistas".
Ante la inminente amenaza de una invasión por parte del Gobierno de los Estados Unidos, fue preparado militarmente. Al no producirse, lo enviaron a combatir a las bandas contrarrevolucionarias existentes en diferentes provincias del país. Regresa a la Habana semanas antes de la invasión mercenaria a Playa Girón.
"El 18 de abril salimos hacia Matanzas y llegamos en la madrugada del 19. Aproximadamente a las 5 de la mañana vimos los primeros aviones; fue impresionante aquello, las baterías antiaéreas iluminaban el cielo, parecían linternas los disparos dirigidos a los yankees. Con la fuerza que peleaban nuestros milicianos y viendo la baja moral del enemigo, pensábamos que el combate no duraría hasta el otro día".
Manuel guarda en su memoria las imágenes de Fidel descendiendo del tanque que hundiría a un buque norteamericano. "El humo de la pólvora provoca mucha sed, te seca la garganta y ni yo ni mis compañeros teníamos agua, por lo que me desplacé hasta un pozo cercano y entre los mangles había un tanque con 3 hombres. Me pregunté quién sería y ... ¡Era Fidel! Asimismo como se ve en las fotos estaba bajando de aquel tanque".
Tras concluir la batalla el pueblo Habanero recibe a las tropas victoriosas en el desfile del 1ro de mayo. "Imagínate, fue una de las cosas más linda que he visto en mi vida, era un mar de pueblo observándonos allí, fue glorioso escuchar la voz del locutor Manolo Ortega presentando a nuestro triunfante batallón frente al desfile".
No cabe duda que el patriotismo de este combatiente sigue presente en su persona, hoy con 4 hijos y varios nietos expresa firmemente: "La guerra es algo muy malo, no se la deseo ni a mi peor enemigo, pero si hubiera que dar el paso al frente, sin dudas lo haría otra vez".