La profesora de Historia estaba en su casa impartiendo la clase, me asomé por la ventana y enseguida, la perspicaz muchacha dijo: «vas a entrar porque debes ser el de la FEEM, me das un beso en la mejilla y de paso me acompañas. Sepa usted que no soy la muñeca sin brazos a la que Magdalena enterraba en la arena, soy Sandra Iglesias Torres».
Era famosa en toda Santiago de Cuba. Cuando nació, el 30 de septiembre de 1992, en el Hospital Ginecobstétrico Sur Mariana Grajales llamó la atención al no tener brazos ni fémures y una diminuta estatura. «Fue mi primera casa, donde celebraron mi primer cumpleaños, en pleno Periodo Especial. Luego me
trasladaron para la Escuela para niños con discapacidades físico- motora e intelectual América Labadí, pero se percataron que lo que me falta en extremidades lo tengo en inteligencia; ese fue mi segundo hogar hasta los seis años, alternado con un Círculo Infantil cercano en el que aprendí muchas, incluso cuando llegué a la Escuela Solidaridad con Panamá, ya sabía leer», me cuenta en otro lunes, pero de febrero de 2024.
Llegué en horas de la tarde a su casa, «hecha a mi medida, porque cuando el Gobierno comenzó a construirla les dije que todo debía estar accesible: interruptores, llavines, la meseta, tomacorrientes, el televisor y el resto de los muebles que me entregó a Asistencia Social». Es la reina de su hogar y del vecindario. Toñita, una joven que trabaja para dicha entidad como cuidadora de Sandra, realiza los quehaceres, mientras ella envía un SMS a mamá Yasmín, quien le ha timbrado en varias ocasiones.
«Casi todos en Santiago conocen la vida de Sandra. Aunque no recibí el amor y la comprensión de algunos, la mayoría de las personas me han demostrado afecto. Porque cuando esta oriental llegó a La Habana, a la Escuela Solidaridad con Panamá, y aprendió a valerse, en la medida de sus posibilidades y potencialidades, y a reconocer que es especial; cuando ingresó a la Compañía de Teatro Infantil la Colmenita y conoció a Fidel y a Raúl -muy preocupados y ocupados por la institución y nosotros-, y tuvo la soñada y espectacular fiesta de Quince Años, entendió que la obra de la Revolución Cubana hay que contarla porque su luz opaca a las vicisitudes», dijo, en actitud meditabunda, la joven.
«Tengo un hogar, prestaciones económicas y de recursos, participo en proyectos socioculturales, despido duelos –por mis dotes como oradora-, me encanta la locución y en ese sentido los micrófonos de la Emisora Radio Majaguabo están abiertos; mamá Yasmín –la presidenta de la Asamblea Municipal del Poder Popular-, me ha acogido de la misma forma que lo hace con su hija; y, sobre todo, la dicha de haber nacido en Cuba», expresó, visiblemente emocionada.
Grandes alas han sustituido a sus brazos y le permiten superar el metro sobre el nivel del suelo, «la Cuba que soñamos solo es posible con la Cuba que estamos construyendo Cuán bueno es saber que tenemos una Patria con todos y para el bien de todos, donde prima el culto a la dignidad plena del hombre».