En una edición reciente del programa de la televisión cubana Hacemos Cuba, al tratarse el tema sobre personas desvinculadas del estudio y el trabajo, resultó ineludible el análisis de conductas impropias, a instancia de barrios, con el consiguiente rechazo de la mayoría.
El estampido de bocinas con música estridente, los juegos de domino u otros acompañados de los escandalosos debates, el arrojo de basura en las esquinas, los altercados públicos y las palabras soez, el maltrato a bienes del Estado y otras muchas expresiones incongruentes con nuestra sociedad, se listan en un comportamiento que requiere una solución más allá de la labor persuasiva de los factores de la comunidad, su incidencia negativa exige medidas severas contempladas en nuestra legislación.
No pocas veces los medios de prensa han ocupado espacio con el cuestionamiento adecuado y las recomendaciones puntuales para erradicar tales problemas de conducta. Aún así persisten porque se ha dejado a la conciencia y a la labor educativa de las organizaciones de masa de la comunidad, pero es una situación que no debe quedar a la espera de otras medidas de orden.
El artículo 1 del capítulo 1 de la Constitución de la República expresa: “Cuba es un Estado socialista de derecho y justicia social, democrático, independiente y soberano, organizado con todos y para el bien de todos como república unitaria e indivisible, fundada en el trabajo, la dignidad, el humanismo y la ética de sus ciudadanos para el disfrute de la libertad, la equidad, la igualdad, la solidaridad, el bienestar y la prosperidad individual y colectiva”.
Este fundamento, que apertura al magno documento rector de nuestra sociedad, deja claro y con acento vigoroso el carácter de nuestro sistema, lo que al ser aprobado por la amplia mayoría de los cubanos, selló, a su vez, la responsabilidad de su cumplimiento.
El acontecer actual del país es bastante complejo por todas las consecuencias derivadas con el recrudecimiento del bloqueo, que no solo afecta la economía, sino que propicia desorden social por las agudas carencias y la guerra mediática, que se encarga de “echar leña al fuego” para avivar el descontento y contribuir a desatar actitudes ajenas a nuestra obra.
La Revolución, desde bien temprano, dio vastas oportunidades a todas las figuras de la sociedad para incorporarse al estudio, al trabajo y a ser útil en cuantas encomiendas fijaron un rumbo de prosperidad para todos, por lo que no hay quien desconozca el comportamiento a seguir en este sistema de sublimes valores humanos.
La actuación ante los referidos hechos que lastran la magnitud de nuestra obra, no puede ser contemplativa, porque nada justifica la indisciplina, el abuso, la falta de decencia y actitudes que rozan el delito. La persuasión no basta.