Yo vivía en un barrio rural de Niquero, donde presidía una Brigada Juvenil de Trabajo Revolucionario, organización de base de la Asociación de Jóvenes Rebeldes, integrada por 50 jóvenes, entre ellos siete muchachas.
Ante la convocatoria de Fidel, todos marchamos hacia el pueblo y nos presentamos a la Unidad Militar, con la disposición de partir hacia el escenario del combate. Se nos dijo que no era necesario ni posible, pero recibimos la tarea de hacer guardia en distintos puntos y vigilar a los enemigos. Las calles eran totalmente de los revolucionarios; los contrarrevolucionarios no se atrevían a moverse.
Eso hicimos hasta el día de la victoria. Aquel 19 de abril fue inolvidable. Habíamos vivido unos días intensos. Recuerdo dos hechos aleccionadores. Uno, las mujeres ocupando los puestos de milicianos obreros que habían partido hacia las trincheras; el otro, el espectáculo de personas que hasta entonces no se habían incorporado a la Revolución y allí estaban, reclamando uun puesto en la defensa de la patria agredida.
Fueron días donde el heroísmo y el patriotismo alcanzaron dimensión de pueblo. La victoria fue de todos. Así seguimos luego’ de 64 años. Y seguiremos siendo así.