"Tenían de todo: tanques sin retroceso de 57 y 75 mm, morteros y hasta cañones. No les faltó de nada. Pero les ganamos", asegura Diosnórides Cervantes, uno de los santiagueros que participaron en la respuesta del pueblo miliciano a la intentona yanqui.

Era el 16 de abril de 1961 cuando el entonces imberbe combatiente despertó sin tener idea de que en pocas horas escribiría junto a muchos otros, una de las páginas más gloriosas de la historia nacional: la victoria en playa Girón. Mas ahora que puede mirar al pasado y contarlo de primera mano, asegura que "no se puede ni imaginar tanto miedo y coraje al mismo tiempo"

"Yo estaba en La Habana cuando se produce la alarma", cuenta nuevamente después de muchos años.
Junto a sus hermanos mayores, Diosnórides fue combatiente del Ejército Rebelde, y al triunfo de la revolución, por indicaciones del Comandante en Jefe, integra la escuela de tanques de Managua, en la capital.

"Ahí estuvimos preparándonos hasta el mismo abril del 61, cuando ya se sabía que algo se estaba tramando, pero no cuándo ni por dónde", es por esto que "unos días antes del ataque se nos da la orden de limpiar los tanques, darle mantenimiento y prepara la artillería, porque era inminente la invasión".

La historia recoge que el día 15, el entonces embajador de Cuba ante la Organización de Naciones Unidas, Raúl Roa, denuncia ante la ONU el patrocinio estadounidense a una invasión mercenaria contra la isla, acusación negada por su homólogo norteamericano, y posteriormente demostrado con pruebas irrefutables.

Un día después, zarpaban desde Nicaragua los integrantes de la Brigada 2506, al tiempo que era declarado por Fidel el carácter socialista de la Revolución.

Tras el desembarco

Luego de varios días de navegación se produce el desembarco en Playa Girón y Playa Larga el día 17 de abril. En plena madrugada 1200 miembros de la Brigada de Asalto 2506, escoltados por sus buques, serían hundidos "cuando estaba amaneciendo. De nosotros eran dos aviones solamente, y esos dos lograron derribar a siete de la escolta aérea de los invasores".

"Nosotros fuimos llegando poco a poco porque habían muchas dificultades. La única entrada que había para llegar era un terraplén bordeado de ciénaga que nos llevaba justo al frente de la retaguardia, donde estaban las mayores fuerzas enemigas".

Mientras tanto, los miembros de las Milicias Nacionales Revolucionarias rechazaban el ataque con más coraje que medios.

En el atardecer de ese mismo día solo se veían en la costa los restos de los barcos Huston y Río Escondido, destruidos por la aviación revolucionaria. El resto se habían perdido definitivamente.

No obstante, los invasores habían penetrado hasta 10 kilómetros en tierra firme, tomando las localidades de San Blas y El Rincón, mientras se proyectan hacia las poblaciones de Jocuma y Horquitas.

"Esa noche perdimos dos tanques y fue herido el General Néstor López Cuba que dirigía la escuadra de tanques; pero fue efectiva la entrada porque las tropas enemigas decidieron retirarse a Playa Girón"

Fuego contra fuego

Al día siguiente se inicia la contraofensiva cubana con el empleo masivo de la artillería. Para entonces, las maltrechas tropas de la Brigada de Asalto 2506 que controlan las carreteras de acceso a Playa Girón son obligadas a retroceder, al tiempo que son atacadas desde el aire por los T-33 y Sea Fury y, contrario a lo prometido por la CIA, el pueblo de la zona no apoya el ultraje.

"Ese día fue complejo porque no teníamos aún respaldo de la artillería antiaérea, y en el avance a Girón nos cogió la aviación y averió dos tanques. Ya sobre las diez de la noche pudimos reorganizarnos y al día siguiente, el 19, con el apoyo de la fuerza antiaérea seguimos avanzando hasta Girón", cuenta y asegura: "ahí fue lo terrible".

Ese día, y en medio de un fuerte enfrentamiento, un proyectil alcanza el tanque en el que se traslada Diosnórides, y una esquirla le produce una herida superficial que aún así le costó diez días hospitalizado para su extracción.

Por otro lado, las fuerzas cubanas recuperaban centímetro a centímetro la franja de costa hasta que, desmoralizados, algunos mercenarios se rinden y otros intentan huir.

Así recuerda Diosnórides Cervantes aquella epopeya, en la que 176 cubanos perdieron vida y otros 800 fueron heridos en defensa de nuestro cielo. A sus espaldas, el Apóstol, y en la mirada, el orgullo de ser uno de los tantos nombres que tiene la historia.

"Ellos traían para aplastar a Cuba. Pero no les dimos tiempo"