Santiago de Cuba,

Que nuestra sangre señale el camino de la libertad

12 March 2025 Escrito por  Mayte García Tintoré
Verdeolivo

“¡Si caemos, que nuestra sangre señale el camino de la libertad!”, fue una frase escrita por el líder de la Federación Estudiantil Universitaria (Feu), José Antonio Echeverría, momentos antes de salir a la acción de aquel 13 de marzo de 1957.

Para entonces, el dictador Fulgencio Batista aparentaba tranquilidad, pero estaba como fiera herida tras los sucesos que desde el Oriente habían ocurrido a finales de 1956: el levantamiento armado de la ciudad de Santiago de Cuba, el 30 de noviembre y el desembarco del Granma, en playa Las Coloradas, el 2 de diciembre.

Desde la colina universitaria se fortalecía el movimiento estudiantil, y muchos se sumaban al propósito de derrocar al tirano.

Ya desde 1954, Echavarria asumía la presidencia de la Feu y en 1955, funda secretamente el Directorio Revolucionario, con la misión y la voluntad de dirigir la lucha estudiantil hacia la acción armada y liberadora.

La Carta de México suscrita en agosto de 1956 por Fidel Castro Ruz, máximo dirigente del Movimiento 26 de julio y José Antonio Echeverría, sellaba el empeño común de combatir con las armas al sangriento régimen de facto.

El estudiantado planeo para el 13 de marzo de 1957 la acción armada: el asalto al Palacio Presidencial y la toma de la emisora Radio Reloj.

El primer objetivo sería atacar el Palacio y derrocar a Batista; para lograrlo un grupo tomaría la entrada del edificio, otro lo reforzaría en señal de apoyo y en paralelo se realizaría la toma de la radioemisora Radio Reloj, desde donde José Antonio Echeverría transmitiría el derrocamiento del tirano e incitaría al pueblo a unirse a la lucha armada.

Además, se atacarían importantes unidades entre estas el Cuartel Maestre de la Policía, y así entregar armas al pueblo para expandir un levantamiento popular.

Todo se hizo desde la clandestinidad: la adquisición de pertrechos, el alquiler de lugares seguros para acuartelar a los asaltantes, y la vigilancia permanente de Batista para que estuviera en la mansión palatina.

Sin duda fueron muy tensos los días que precedieron a esta cita con la historia, de aquel 13 de marzo.

Cerca de las tres de la tarde, llegó la orden de ataque y los grupos partirían a las acciones. Un comando integrado por medio centenar de hombres a bordo de dos autos y una furgoneta para traslado de mercancías, irrumpieron sorpresivamente por la puerta sur del Palacio, avanzaron y en su interior sostuvieron una encarnizada batalla contra la soldadesca.

A pesar del fuego enemigo se logró ocupar la planta baja del edificio y un grupo avanzó hacia el segundo piso en busca de Batista, quien huyó.

Echeverría, acompañado de otros jóvenes, ocupaba los micrófonos de Radio Reloj para anunciar el ajusticiamiento del tirano y convocar a la insurrección popular en la capital.

En Radio Reloj, comenzó a leer la proclama que desde entonces y cada 13 de marzo,es recordada y
estremece no solo a los universitarios:
“Pueblo de Cuba, en estos momentos acaba de ser ajusticiado el tirano Batista…”.

Su vibrante alocución quedó inconclusa cuando la trasmisión inesperadamente salió del aire.
Minutos después se enfrentó a los sicarios que desde un carro patrullero lo dejaron sin vida junto a los muros de la Universidad de La Habana, sitio que se convertiría en el Estado Mayor de la insurrección.

Faure Chomón, uno de los jefes de acción del Directorio, sobre el ataque al Palacio detalló:

“Contábamos con un plan muy bueno, y suficiente armamento (…) pero no triunfamos porque nos falló el refuerzo que debía tomar los edificios aledaños al Palacio, para neutralizar la guarnición de la última planta y de la azotea, y darnos la cobertura necesaria para reforzar en hombres y parque al comando (…) La operación era perfecta. Se ocuparon la planta baja y el segundo piso donde estaba el despacho de Batista, que huyó antes de llegar el comando (…) ya con muchos heridos, agotado el parque y sin llegar refuerzos, se desploma la operación”

El heroísmo demostrado por los combatientes del 13 de marzo marcó el camino hacia la libertad.

Y desde entonces, el testamento político de José Antonio Echeverría, fue el motor de las luchas hasta la victoria definitiva:
“Si caemos, que nuestra sangre señale el camino de la libertad. Porque tenga o no nuestra acción el éxito que esperamos, la conmoción que originará nos hará adelantar en la senda del triunfo. Pero es la acción del pueblo la que será decisiva para alcanzarlo”.

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