Esa cualidad -y por qué no, condición-, le fue y es inherente y reconocida tanto por amigos como por adversarios.
Fidel Castro Ruz nunca creyó cumplir 90 años, lo afirmó en la sesión concluyente del VI Congreso del Partido en abril de 2016. Ante un auditorio visibleme emocionado dijo: "pronto deberé cumplir 90 años, nunca se me habría ocurrido tal idea y nunca fue fruto de un esfuerzo, fue capricho del azar. Pronto seré ya como todos los demás, a todos nos llegará nuestro turno, pero quedarán las ideas de los comunistas cubanos"
Siendo coherente con el concepto de Revolución, que "es modestia", Fidel pasó definitivamente a la posteridad el 26 de noviembre de ese mismo año.
Se había ganado un lugar en la historia, es más, su pueblo -y otros del mundo-, se lo dieron. Pero ni mausoleos como los de Lenin, Mao Zedong, Ho Chi Minh; mucho menos el culto a la personalidad. Para él, solo el cariño de millones de agradecidos, que ciertamente le acompañan.
Ello no significa que su ilustre figura no merezca estatuas, bustos y cuantos monumentos se puedan edificar, pero ninguno en Cuba. En su Patria, basta con el hecho de que el mayor tributo a su memoria es el que está en el corazón de su pueblo.
Estamos las puertas del siglo de Fidel, porque para él la muerte llegó a ser hasta una especie de medio para alcanzar la verdadera independencia. Arriesgó su vida en el Moncada, en la prisión fecunda, en el Granma, en la Sierra... Cientos de atentados tramaron los enemigos, pero la vida del que envió "médicos y no bombas" triunfó.
El 13 de agosto de 1926, como el 28 de enero de 1853, son fechas determinantes para la Isla. Marcan, verdaderamente, un antes y un después. Cuán bueno es saber que fue absuelto por la historia y logró que, en pos de la causa cubana, sean más los que estén con nosotros que los adversarios. Fidel siempre trajo en su corazón "las doctrinas del Maestro".