Santiago de Cuba,
Luis Alberto Portuondo Ortega

Luis Alberto Portuondo Ortega

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Los miles de trabajadores de la agroindustria azucarera de la provincia de Santiago de Cuba celebraron su día, este 13 de octubre, de la mejor manera: enfocados en la preparación de la zafra 2023-2024, que está llamada a superar en eficiencia a la contienda precedente en medio de una compleja disponibilidad de los recursos materiales y financieros.

Cuenta Juan Carlos Armero, ingeniero industrial que labora hace dos décadas en la dependencia sanluisera de la Empresa Eléctrica, que uno de sus compañeros, ya jubilado, afirmaba que “Henry el pleito que no ganaba lo dejaba a su favor”.

Para el 15 de noviembre la el central dos Ríos, perteneciente a la Empresa Agroindustrial Azucarera del mismo nombre, del municipio de Palma Soriano comenzará la producción de meladura y un mes después la de azúcar, que asciende a 18 212 toneladas, informó a Sierra Maestra Henry Domínguez Busto, director de informática, comunicación y análisis de la entidad.

Un viejo proverbio enseña que no hay nada nuevo bajo el Sol y, en ese sentido, el filósofo español José Ortega y Gasset afirmaba que "la vida es un eterno retorno"; de ahí que nuestro Ernesto Guevara de la Serna, cuyo pensamiento dialéctico miraba hacia un futuro y hombre totalmente nuevos y, por supuesto, mejores, instaba a superar las dificultades, aprender de los errores porque "el conocimiento nos hace responsables".

La transportación de cargas y de pasajeros a través del ferrocarril se ha mantenido estable en Santiago de Cuba a partir de la estrategia que la dirección del país ha trazado para garantizar tan importante servicio, según Genis Rubalcaba Pellicier, director de operaciones de la Empresa de Ferrocarriles de Oriente (EFO).

Oel Domínguez abordó, el pasado 24 de septiembre, el tren número 1 que cumple el itinerario entre las ciudades de La Habana y Santiago de Cuba. Lo que podía haber sido un viaje tranquilo se convirtió en odisea tras la rotura de la locomotora –entre Matanzas y Colón-; las cinco horas de espera hasta que llegó otra máquina desde Santa Clara; la reanudación del recorrido y las frecuentes paradas para darle paso a otros trenes hasta que, entre Camagüey y Las Tunas, comenzó a vomitar, defecar y casi colapsar.

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