La ceremonia fue en la sede del llamado por ellos Museo Americano de la Diáspora Cubana, que hace unos meses se quedó sin fondos públicos, por decisión del Condado de Miami-Dade; alrededor de medio millón de dólares que los concejales entendieron que debían tener un mejor destino, digamos que realmente útil.
«Es como ponerle luces de neón a un basurero», diría una frase conocida; y, en efecto, si se revisa someramente el pedigrí de quienes entregaron la placa, habrá datos reveladores, tenebrosos.
LOS PARTICIPANTES
Hay fundadas sospechas de que los asistentes a la entrega del mamotreto reciben o han recibido generosos recursos federales para financiar sus fechorías contra Cuba, provenientes de la Usaid, aquella institución con fines criminales, como dijera Elon Musk.
En pocas palabras, el Gobierno estadounidense, por órdenes del secretario de Estado, Marco Rubio, condecora a uno de sus empleados, el Sr. Hammer, en un show que se haría con fondos públicos y un coro de personajes diversos, incluidos terroristas.
Con rol protagónico apareció el inefable Marcell Felipe, presidente del referido Museo y de la Fundación Inspira América; esta última dice que no necesita a la Usaid, porque tiene los mecanismos para evadir impuestos con cierta impunidad. Felipe es uno de los que contribuyó a la debacle de América tv, gracias a turbios manejos, hace menos de un mes. Esta es una de las estaciones floridanas de TV, calificada como la más anticubana, de habla hispana.
Estuvo también Rafael Montalvo, presidente de la Asociación de Veteranos de la Brigada de Asalto 2506 –o sea, uno de los mercenarios de Girón que ha intentado vivir, sin trabajar, de la leyenda de un fracaso–; junto a personajes de la laya de doña María Werlau, la Sylvia Iriondo, y el embustero con historial terrorista, Tony Costa; así como la empleada del Departamento de Estado, Rosa María Payá.
Todos, sin excepción, tienen una larga trayectoria de construir y emitir pretextos para justificar la agresión de sus financistas contra la familia cubana, a tono con las directivas de la claque mayamera.
De los implicados en la reunión, mencionamos por último a Orlando Gutiérrez Boronat, el más representativo de los asistentes al evento del «muladar bajo luces de neón».
Aquí vale la pena detenerse, porque puede ser que a Hammer no le explicaron bien que el susodicho no solo tiene un extenso expediente de desvíos de financiamiento para fines personales, sino que, por sobradas razones, aparece en la Lista Nacional de Terroristas, actualizada por el Gobierno cubano en diciembre pasado.
Alguien pudiera objetar que esta lista no es reconocida por la Casa Blanca, pero lo que aquí cuenta es que Hammer está acreditado oficialmente ante el Gobierno que la emite. En síntesis, el representante de EE. UU. ante las autoridades de la Isla comete la pifia de compartir, públicamente, con alguien buscado por terrorista.
La placa fue acompañada de un documento firmado por otros nombres típicos en estas movidas, «luchadores contra el comunismo» que no tuvieron tiempo para estar en la «solemne» ceremonia.
LA CONVENCIÓN DE VIENA
Una breve búsqueda en la Convención de Viena para las relaciones diplomáticas, que rige los deberes y derechos de los diplomáticos, incluidos los estadounidenses, sugiere que Hammer la ha violado flagrantemente, en particular en los artículos relativos a la no intromisión en los asuntos internos del país receptor.
La Cancillería cubana, en un comunicado el 30 de mayo, informó de una protesta oficial a Hammer, precisamente por su actuar marcadamente injerencista, casi desde que llegó al archipiélago.
Sin duda, sus acciones no son fruto de la impericia; realmente responden a una absurda indicación de Marco Rubio de provocar, de hacer lo necesario para escalar un conflicto en el terreno diplomático que, incluso, provoque la ruptura de las relaciones. De ahí a acciones francamente más violentas habría solo un trámite.
Acompaña las peripecias de Hammer una intensa campaña mediática en redes sociales, que procura defenderlo del mismo modo de siempre: el victimario es presentado como víctima. Y en comentarios, un concierto de aplaudidores que buscan hacer currículo y marcar tarjeta, por si puede serles útil ante el peligro real de la deportación; pues ya se ha dicho que el Gobierno de EE. UU. vigila hasta las redes sociales de los que van pidiéndoles favores y «amparo».
¿QUÉ ESPERAN LOS QUE SE REÚNEN CON HAMMER?
En toda esta historieta montada por Rubio, queda una lectura adicional, una pregunta: ¿qué esperan los cubanos que se están reuniendo con Hammer? Algunos quizá lo hagan por ingenuidad; otros, por el encargo que corresponde a su plantilla de mercenarios con residencia en Cuba.
¿Qué dignidad hay en quién recibe y se ofrece, conscientemente, al teatro político del representante del país más hostil en la historia contemporánea de la nación cubana? ¿Para qué? ¿Promesas de visado, de algún dinerito? La verdad, tales peticiones parecerían hoy facturas improbables, cuando el camino de la Casa Blanca en relaciones exteriores destaca por los recortes de financiamientos ineficaces, y por la satanización y proscripción de los migrantes
¿Acaso las reuniones procuran ilustrar a Hammer sobre los problemas materiales que padecen los cubanos? Qué absurdo sería, cuando se tiene enfrente exactamente a ese que representa al Gobierno responsable de tales vicisitudes; el mismo que, cobardemente, estrecha cada vez más el bloqueo económico, comercial y financiero que asfixia al pueblo de la Isla para, mediante la penuria, hacer colapsar la Revolución.
No obstante, hay que entender que Hammer es solo un empleado, y su jefe inmediato uno de los políticos anticubanos más recalcitrantes, no porque le interese demasiado el tema Cuba, sino porque mantener corriendo los fondos federales para la subversión ha sido fuente de la fortuna personal que ha amasado Rubio y compañía.
Para Cuba, Hammer sería uno más de esos personajes promovidos por la política estadounidense contra el archipiélago, que insiste en provocaciones de todo tipo y color.
Sirva aquella máxima hegueliana, enriquecida por Marx: «La historia se repite, primero como tragedia y luego como farsa». Hammer, está cordialmente avisado.