El número de fallecidos representa un trágico aumento del 20 % en comparación con 2022, lo que pone de relieve la necesidad urgente de tomar medidas para evitar más pérdida de vidas, indicó la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), en un comunicado.
La vía del Mediterráneo, en la que se contabilizan unas 3 129 personas muertas o desaparecidas, es considerada la más peligrosa del planeta; en tanto, en África se registraron 1 886 decesos y en Asia 2 138. ¿Qué podemos esperar de 2024?
El proyecto Migrantes desaparecidos, de la OIM, encargado de documentar casos de migrantes que no lograron sobrevivir al proceso migratorio indica que, en lo que va de este año, el saldo de personas de las que se desconoce el paradero es de 4 160.
En nuestra región es lamentablemente célebre, por su peligrosidad, la migración hacia Estados Unidos y Canadá, que emplea como ruta el Paso del Darién, en Panamá, selva de 97 kilómetros por la que transitaron, en 2023, medio millón de personas.
Dada la dificultad para obtener datos totalmente confiables, es de suponer que las cifras reales asociadas a este tránsito sean mucho mayores.
Los peligros asociados a las migraciones son altamente conocidos, aunque no por ello evitados en miles de casos.
Las rutas globales para la migración, en las que desde 2014 se ha documentado la muerte de 67 510 personas, son controladas por organizaciones criminales que ganan millones con el tráfico humano, sin garantías de llegada con vida al país deseado.
Sin embargo, pese al drama que significa esta realidad, los conflictos, las condiciones económicas y las sanciones unilaterales continúan empujando hacia destinos inciertos.
Para comprender la magnitud del problema hay que hablar de la extorsión, engaño, asesinato, violaciones y agresiones de todo tipo de la que son víctimas quienes asumen la difícil aventura de salir de sus países de origen. A esto se suma que las políticas migratorias cada vez limitan más la emigración legal y ordenada.
El comercio de personas es la génesis de la corrupción, del narcotráfico, de la trata de mujeres y de la esclavitud que ha conllevado a que, hasta donde se conoce, los restos de 28 055 personas que perdieron la vida en trayectos migratorios no hayan sido recuperados.
La solución no es sencilla, pero es deber de todos los Estados, emisores y receptores, establecer políticas sociales que permitan a sus ciudadanos enfrentar la crisis económica, los fenómenos naturales y los problemas que implican grandes desplazamientos humanos como las guerras o el hambre; así como generar acuerdos que permitan la emigración legal y ordenada.
La vida, bajo ningún concepto, es una mercancía.