Santiago de Cuba,

Venezuela confía en los médicos cubanos

23 July 2024 Escrito por  Periódico Granma

Hace unas semanas el pueblo estaba en paz, como una noche cualquiera y, sin esperarlo, un sonido sordo, como si viniese del «infierno», comenzó a escucharse. Cuando muchos abrieron los ojos, el Río Manzanares ya estaba al nivel de sus camas.

Hubo quien no pudo siquiera despedirse. La furia del agua era tal, que todo a su paso perdía vida o utilidad. Implacable la naturaleza, no tuvo piedad con los habitantes de Cumanacoa, en el estado de Sucre.

El huracán Beryl arrasó con ese poblado. Las intensas lluvias provocaron la crecida del río que lo bordea y varios deslaves. Según datos ofrecidos por el presidente Nicolás Maduro, fueron afectadas unas 8 000 viviendas, hubo varios fallecidos, y aún se reportan personas desaparecidas.

A pesar de los continuos esfuerzos en la recuperación, las calles de Cumanacoa están atestadas de lodo, carros estropeados, muebles insalvables, equipos electrodomésticos inservibles.

Cuando uno camina por el pueblo puede percatarse de que las casas están prácticamente vacías, y a pesar del espacio libre, la luz se niega a entrar por las ventanas, e incluso por donde debería haber un techo.

 

EPOPEYA HUMANISTA

La madrugada siguiente al desastre, una llamada movilizó a la doctora Yamilé Medina Lora, coordinadora de las Misiones Sociales Cubanas en ese territorio. En menos de diez horas una brigada de médicos y enfermeros estaba lista para partir desde la capital del estado hacia el cdi Arenas, en el municipio Monte, al que pertenece Cumanacoa.

Allí los esperaba la tropa del cdi, para prestar una atención diferenciada a los damnificados, desplegarse por toda la zona afectada y ofrecer distintos servicios médicos, explica la galeno.

La brigada se nombró Ernesto Che Guevara y, como él, se mueve de un sitio a otro de esa geografía, con el fin de estar donde sea más útil, donde otro ser humano necesite de su ayuda.

Así lo reconoce la directiva, quien explicó que, entre los servicios más requeridos, se encuentran vacunación, laboratorio clínico, oftalmología y óptica, desparasitación masiva, ecosonografía y fisiatría.

De igual forma, se están atendiendo pacientes con enfermedades crónicas y agudas, para evitar que se descompensen y colapsen los servicios asistenciales. También se realiza una labor profiláctica y educativa, para contrarrestar los efectos de la contaminación del agua y de los alimentos.

Ha sido una tarea compartida. Especialistas cubanos y venezolanos se han unido en esta epopeya humanista que demuestra una vez más la razón que tenían Fidel y Chávez, al hermanar a ambas naciones y fundar la Misión Barrio Adentro.

Así lo reconoció el viceministro de Redes de Salud Colectiva, Jesús Osteicochea, quien se mantiene al frente de las actividades de recuperación en el ámbito de la Salud.

«Por su apoyo diario, y más aún en esta situación, cuando han llegado a los sitios de mayores daños, la población confía en los médicos cubanos», insiste.

La relativa tranquilidad epidemiológica que presenta hoy Cumanacoa se debe, en buena medida, a la actividad llevada a cabo por los especialistas de la Isla.

«De manera paulatina, la población va recuperándose con el acompañamiento de los cubanos. Somos un solo pueblo –remarca–; la Medicina cubana, en los momentos más difíciles de nuestro país, se ha portado a la altura del vínculo entre ambas naciones».

 

DÍA A DÍA, CASA A CASA

María Ángela Peñalver tiene nueve años y, desde hace algunos días, cuenta entre sus nuevos «amiguitos» con un grupo de médicos y enfermeras de la Mayor de las Antillas.

Ella comparte sus pocos juguetes con los cubanos que le revisan los dientes, los ojos, le hacen sacar la lengua y le dicen que se lave las manos antes de comer, para no enfermarse como otros niños con los que convive en el Liceo Bolivariano Creación José Julián Villafranca.

Allí han sido refiguradas unas 87 familias, y un equipo de la brigada antillana está disponible las 24 horas.

El hogar en el que María Ángela vivía con su mamá está entre las escalofriantes cifras de viviendas que sufrieron el paso de Beryl. «Estaba oscuro –recuerda la pequeña–, el río se tragó mi casita. Adentro parecía una piscina. Aquí estoy feliz».

Junto a ella también está refugiada Abigail Villarruelo, con sus cinco hijos. Esta joven de 29 años no sabía que era hipertensa, y los médicos cubanos le detectaron la afección. «Están pendientes todo el tiempo, ahora tengo tratamiento por primera vez», dice agradecida.

«Tenemos más de 80 pacientes en el centro», remarcó el intensivista Daniel Rodríguez. Las principales patologías que presentan son enfermedades diarreicas agudas y dermatológicas, debido a la contaminación. Sin embargo, insiste, «su necesidad fundamental es el apoyo sicológico, pues lo han perdido todo».

Aunque los cubanos están acostumbrados a enfrentar las consecuencias de este tipo de siniestros, el también especialista en Medicina Interna asegura que no pensó vivir algo así en su carrera profesional. «No obstante, vamos a seguir aquí mientras haga falta».

La brigada Ernesto Che Guevara lleva a cabo, además del trabajo en los refugios, una labor de terreno. Desplegados por las 15 comunidades de Cumanacoa, los mgi y algunos enfermeros van casa a casa, atendiendo enfermedades infectocontagiosas, heridas superficiales y profundas, otros trastornos de base, y entregando medicamentos, menciona el joven doctor Miguel Bombalier Medina.

Apoyar la recuperación desde los hogares es imprescindible. Hay algunas personas que no han querido salir de sus viviendas a pesar de no tener las condiciones habitables o sentirse enfermos. Sin embargo, reciben a los cubanos con las puertas abiertas.

Manuel Fuentes, de 70 años, está en casa de su hermana desde que «un volcán de agua» barrió con su caserío. A su lado vive Karelis Acuña, de 50 años. Ambos salen rápidamente cuando escuchan a los cubanos llegar al vecindario.

Entre el fango hasta los tobillos y los escombros obstruyendo el paso, se dificulta el andar con mochilas, insumos y equipos. Pero no faltan «los de Cuba» a su cita.

«Estamos muy agradecidos. Ellos llevan muchos años trabajando duro, y hoy se dedican a esta actividad como si fuera la primera vez. Los cubanos saben resolver a tiempo», manifiesta Karelis, mientras espera para medirse la tensión.

Cumanacoa está deshecha en pedazos. ¿Qué nos queda?, se preguntan sus habitantes. La vida –se responden sin pensarlo–. Y para ayudar a salvarla y mantenerla estarán allí los cubanos, con la certeza de que, como dijo el doctor Daniel Rodríguez, «somos, ante todo, internacionalistas».

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