Pero para los servicios de inteligencia estadounidenses y las fuerzas ultraconservadoras norteamericanas y europeas que le hacen el juego a nivel global les nacía una «estrella» que su «gran prensa» mundial debía promover y seguir en todas sus payasadas, en función de proyectos estratégicos de la Casa Blanca.
Se trata de un declarado defensor del pasado fascista que costó la vida a más de 30 000 argentinos, la mayoría jóvenes que, para recuperar Las Malvinas, apostaron por raras alianzas con la metrópolis; el que eliminó drásticamente presupuestos y empleos para la defensa de derechos humanos en su país, gesto cómplice con la impunidad y el borrón y cuenta nueva que hace tiempo buscan sus jefes del Norte, autores intelectuales del Plan Cóndor de entonces y del presente, quizá ahora con nombre desconocido.
El presidente argentino Javier Milei, su vicepresidenta y otros representantes de su gobierno pretenden hacer olvidar que el 24 de marzo de 1976 comenzó la dictadura más sanguinaria de la historia de Argentina.
En esta etapa tan oscura, los militares, en el poder casi siete años, llevaron a cabo un plan sistemático de exterminio; secuestraron, torturaron, asesinaron, robaron bebés y desaparecieron a miles de personas cuyos cuerpos nunca han sido encontrados.
Al recuperar la democracia, los argentinos dijeron nunca más al terrorismo de Estado y los responsables de esos crímenes de lesa humanidad comenzaron a ser juzgados. Desde entonces, más de 1 200 personas han sido condenadas en un proceso judicial que ha permitido que los argentinos conozcan los detalles de las atrocidades que perpetraron los militares. Hasta Milei, todos los gobiernos democráticos habían condenado el terrorismo de Estado.
Con fracasadas directivas de la Guerra Fría y la No Convencional, dictadas desde el Departamento de Estado en la capital estadounidense y en el injerencista Comando Sur, el nuevo presidente de Argentina, que ha viajado a EE. UU. tres veces desde que está en la Casa Rosada, se cree y asume el papel del elegido del imperio para alzar la voz contra todos los adversarios y piedras en el zapato del amo del Norte, desde todas las tribunas fascistas, ultraconservadoras y conservadoras del mundo, o al lado de genocidas israelíes y antecesores defenestrados de experiencias o experimentos recientes de los servicios de inteligencia en América Latina, Europa del Este o Medio Oriente.
Dime con quién andas..., y las juntamentas del mandatario dicen demasiado: Donald Trump, Jair Bolsonaro, José María Aznar, Santiago Abascal, Benjamín Netanyahu, Volodímir Zelenski y otros ultras con intereses de alianzas de extrema derecha entre el Norte y el Sur, de mucho interés en los planes hegemonistas del imperio.
Así aparecen las sucesivas tensiones políticas y ofensas públicas contra gobiernos y mandatarios de España, Brasil, Bolivia, Venezuela, Nicaragua, Cuba y otros.
Lo nuevo es la desfachatez y el irrespeto por la ética y la diplomacia. Menos original, la «debida obediencia» a la cúpula castrense del Pentágono y a la alta oficialidad de la Agencia Central de Inteligencia, que piden por esa boca, y en minutos está la acción ofensiva contra los blancos de la Casa Blanca.
Quizá otros precedentes de ese mismo país o de las cercanías fueron menos sumisos y perversos.
ALIANZAS MAFIOSAS
¿Por qué las organizaciones de extrema derecha de la Florida, las mercenarias y los mafiosos miran cada vez más hacia Argentina?
¿De dónde proceden las órdenes..., de la Casa Blanca, del Departamento de Estado, de la CIA u otras agencias, de los extremistas republicanos, del neofascismo trumpista o de los capos anticubanos del Congreso?
¿Quién paga tanto viaje, hospedaje, guardaespaldas, encuentros, banquetes, traslados, conspiraciones, planes subversivos, entrevistas y publicidad?
Según trascendidos en sitios digitales, recientemente la contrarrevolucionaria Rosa María Payá se ha reunido con diplomáticos argentinos para obtener fondos y ejecutar un nuevo plan desestabilizador contra Cuba y Venezuela.
Payá, vinculada a las organizaciones extremistas y a congresistas anticubanos, argumentó que julio será «un mes histórico» para «destruir de una vez» a los gobiernos progresistas de ambas naciones. Los fondos que obtenga servirían para apoyar la conformación de nuevas administraciones sujetas a los intereses de Washington.
Para afinar los detalles, planean convocar a un evento patrocinado por organizaciones como el Instituto Interamericano para los Derechos Humanos y la OEA, con la participación activa de la CIA de Buenos Aires, donde Payá establecerá su base de operaciones.
Además, el Gobierno de EE. UU. está haciendo todo lo posible por mantener la crisis de alimentos y combustibles en Cuba, utilizando la inestabilidad monetaria y manipulando el sistema eléctrico como principales herramientas para provocar el estallido social.
Mientras tanto, organizaciones como el Instituto Interamericano para los Derechos Humanos y el Directorio Democrático Cubano buscan apoyo europeo para una supuesta «transición» en el sistema sociopolítico cubano.
En el caso de Venezuela, Payá se refirió a la estrategia injerencista de la derecha republicana estadounidense en torno a las elecciones, previendo una campaña de descrédito ante el triunfo del chavismo.
Mientras arropa a mercenarios con disfraces de marca de la Florida, trata de enrarecer la situación interna de otros países con sus ataques y presuntos gritos «libertarios», y sigue de gira cumpliendo agendas del Departamento de Estado; decenas de miles de personas marcharon contra Milei y en defensa de la democracia en las grandes ciudades de Argentina.
La consigna «Nunca Más» se repetía en banderas, pancartas y camisetas estampadas también con el pañuelo blanco que identifica a las Abuelas y Madres de Plaza de Mayo, símbolo mundial de la resistencia argentina contra la dictadura.
Coincidieron activistas de derechos humanos, militantes de agrupaciones peronistas y de izquierda y sindicalistas que se manifiestan cada 24 de marzo por el Día de la Memoria por la Verdad y la Justicia, pero también muchas personas que decidieron participar alarmadas por un discurso oficial que justifica el accionar de las fuerzas de seguridad durante el régimen y por su injerencia reaccionaria.
Argentina se moviliza contra el negacionismo de Milei, contra los 80 despidos en la Secretaría de Derechos Humanos, donde la Policía vigila adentro y niega los accesos, mientras los recortes financieros de su Gobierno amenazan los denominados sitios de memoria, donde hubo campos de concentración, los archivos históricos y las políticas reparatorias.
Se afirma en las calles de Buenos Aires y en los medios que, quien pone en duda a los 30 000, pretende negar la historia, relativizar la represión, minimizar sus efectos, banalizar su magnitud y abrir las puertas a que se repita el genocidio y glorificar el terrorismo de Estado.
Juega con candela el Comando Sur, subestimando las fuerzas que siguen demostrando en Argentina, Bolivia, Colombia, Venezuela, Nicaragua, Honduras, Cuba, o recientemente en Europa, que «no pasarán».