Que la Corte Internacional de Justicia (CIJ) le haya ordenado detener los bombardeos en Rafah tuvo, en solo cuestión de horas, una respuesta al estilo Netanyahu: bombas y cohetes cegaron la vida de más de 50 civiles, niños, mayoritariamente.
En lo que era hasta hoy un campo de refugiados en el que se «protegían» decenas de miles de civiles palestinos desplazados, se reportan tiendas de campaña calcinadas por el fuego de las bombas y cadáveres de niños mutilados. En fin, un verdadero genocidio.
«Los ataques aéreos quemaron todo. Los cuerpos de la gente también se están derritiendo», ha dicho a la agencia Reuters uno de los residentes que ha llegado al hospital kuwaití de Rafah.
También se registraron ataques entre el viernes y el sábado, en la ciudad del sur de la Franja y en Deir al-Balah.
El Ejército de ocupación israelí ha bombardeado y atacado más de diez centros de desplazados en Yabalia, Nuseirat, Gaza y Rafah. El último de estos ataques fue una terrible masacre perpetrada en el centro de desplazados de Barakasat, en el que cayeron siete proyectiles y bombas de grandes dimensiones de más de 900 kilos de explosivo cada una, según el gobierno gazatí.
Durante estos casi ocho meses de bombardeos a Gaza, al menos 35 984 palestinos han muerto, entre ellos, unos 14 000 niños, y hasta 80 643 personas han resultado heridas.
El fallo de la CIJ no pide explícitamente un alto el fuego completo en Gaza, solo el fin de los bombardeos a Rafah, y la apertura del paso fronterizo con Egipto, para el acceso de la ayuda humanitaria.
Queda claro que el Gobierno sionista de Israel –una vez más–, y con el consentimiento de Washington, lanza a la basura lo que acuerden instituciones internacionales como la ONU, la Corte Penal y cuantas se sumen a la exigencia.