En el Moncada, en la Prisión Fecunda, en el exilio, en el Granma, en la Sierra Maestra; apenas hubo pasajes de la lucha revolucionaria –antes y después de la huida del tirano– en los que no estuviese presente, siempre a la vanguardia.
Cuentan que, ejerciendo ya importantes responsabilidades, se acercó a un limpiabotas para lustrar unos zapatos, tal como lo había hecho de pequeño para ayudar a su familia.
El autor de la memorable Elegía al Mayor General Antonio Maceo y de canciones como La Lupe, Dame un traguito, Es soledad, A Santiago y El gran día de enero, fue también prolífero escritor.
Pero, sobre todo, fue un fidelista convencido hasta lo más profundo de su alma, entregado totalmente a su gente que este sábado, en la Loma de la Esperanza –ubicada en las montañas en las que operó el iii Frente Oriental, del que fue su fundador y Jefe–, le rinde merecido homenaje.
Tal valía tuvo Almeida para la Patria, que el líder histórico de la Revolución Cubana, Fidel Castro Ruz dijo: «Fui privilegiado testigo de su conducta ejemplar durante más de medio siglo de resistencia heroica y victoriosa (…) Defendió principios de justicia que serán defendidos en cualquier tiempo y en cualquier época, mientras los seres humanos respiren sobre la Tierra».