«El colapso ocurrió después de mi turno de trabajo, en la mañana del viernes 18 de octubre. Cuando regresé el domingo, ya habíamos recuperado casi 700 megawatts desde Artemisa hasta la subestación de Cueto, en Holguín.
«Empezamos a abastecer a La Habana, con el avance por las subestaciones de Guanabacoa, Diezmero, Naranjito y Arroyo Naranjo, hasta llegar a las patanas turcas; mientras con la Central Termoeléctrica Antonio Guiteras, de Matanzas, alimentamos la planta de Energás, en Boca de Jaruco.
«Todo marchaba bien hasta una falla en el centro del país, en una línea de 110 000 volts, que desconectó la zona oriental a partir de Sancti Spíritus, y la estructura restante, desde esa provincia hasta Artemisa, estaba muy inestable, sin solución.
«No solo sufres el estrés profesional, sino también el social, cuando llegas a casa sin corriente y se te echa a perder la comida. Los vecinos de enfrente me preguntaron por buenas noticias y hasta cuándo estaríamos en esas condiciones, pero no tenía respuesta. El sábado por la noche vi el circuito aledaño a mi hogar con servicio y creí, equivocado, que nos llegaría en la madrugada o el día siguiente.
«Con nuestras dificultades no pudimos hacer mucho más. En mejores condiciones, el sistema se hubiera recuperado en la primera noche, pero ya sabemos qué nos falta, y por eso tardó cuatro días».
La fuerza laboral consiste en cinco brigadas alternadas en horarios desde ocho de la mañana a cinco de la tarde, y viceversa. «Intentamos no molestarlas fuera de su turno, para que sus miembros estuvieran lo más serenos y descansados posible, aunque en esos días resultaba difícil, porque podías desvelarte la madrugada, sin corriente».
«En mi tesis de Maestría actualicé el procedimiento del Despacho para atemperarnos a las tendencias del mundo. Antes lo realizábamos de forma secuencial, empezábamos por un lugar específico y, a partir de ahí, potenciábamos el microsistema hasta lograr la totalidad del SEN, pero demora mucho más.
«Con la actualización, ejecutamos el arranque en negro. Ese método procura, cuando el sistema está apagado, arrancar los equipos de las subestaciones a partir de un grupo electrógeno, y comenzar la conexión por islas.
«Lo aplicamos por primera vez tras el huracán Irma de 2017, al menos en siete de los nueve o diez microsistemas contemplados. Así mismo actuamos luego de Ian en 2022, y de nuevo ahora, aunque con más problemas, por el déficit de combustible y el mayor deterioro de la infraestructura, y la falta de piezas de repuesto, ocasionada en gran medida por el bloqueo estadounidense.
«Cuando volví el martes por la noche a mi puesto, ya estaba restablecido el sistema, ante la necesidad de sincronizarlo, porque la parte oriental presentaba debilidad. El lunes por la tarde había llamado al Despacho y, en ese momento, coexistían dos sistemas, uno hasta Las Tunas y otro hasta Artemisa, separados en Matanzas».
Sorprende para bien la presencia joven en un sitio de tanta responsabilidad. Los recién incorporados tienen una preparación de entre uno y dos años, en la cual enfrentan pruebas escritas y un entrenamiento contra averías, repetido cada seis meses, revela Bory Constantin.
«Esto es otra escuela aparte, cuando entras tienes que familiarizarte con el idioma de operación, conocer la ingeniería de cada subestación de la Isla, realizar manipulaciones en líneas, interruptores, transformadores, para otorgarle vía libre a una brigada, sin peligro para sus vidas.
«Debes saber qué hacer, tratar de mantener la calma en medio de una crisis. Un tiempo atrás, unos médicos les colocaron sensores a los trabajadores y pudieron calcular los niveles de tensión. Cuando ocurría un fallo, se disparaban todos los indicadores».
A menudo, las palabras del ingeniero nacen cubiertas por un halo de emociones capaces de demostrar, por sí solas, el sentido de pertenencia a una misión tan compleja y alejada del agradecimiento que merece.