De pie, atento a cada movimiento de quienes traen consigo tan preciada carga, está el líder de la Revolución cubana, General de Ejército Raúl Castro Ruz, jefe fundador de este Frente guerrillero, amigo y hermano de luchas de tan valerosos revolucionarios. Junto a él se encuentra el Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista y Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez. Ambos presiden la ceremonia de traslado e inhumación de los restos de combatientes del Segundo Frente Oriental, caídos durante la Guerra de Liberación o fallecidos después del triunfo de la Revolución.
La melodía de la emblemática composición «Hasta pronto», del Comandante de la Revolución Juan Almeida Bosque, acompaña el desplazamiento de los autos por la explanada. Las voces de mando rasgan el silencio, al unísono todos se detienen, la solemnidad se adueña una vez más de cada espacio.
Las notas de nuestro Himno Nacional irrumpen en la serranía. Sobrecoge observar el rostro de los familiares que allí se encuentran: en ellos hay una mezcla de orgullo y dolor que resulta indescriptible.
Y para nuestros muertos gloriosos es el primer recuerdo, dijo el Comandante del Ejército Rebelde José Ramón Machado Ventura, combatiente también de este Frente. En sus palabras la evocación a la vida y a la obra de todos ellos, quienes siguen «acompañando a nuestro pueblo con la fuerza que emana de su ejemplo, en el irrenunciable empeño de llevar adelante la Revolución».
Por ley natural de vida, significó Machado Ventura, hoy llega a «este Mausoleo, al pie de la montaña de Mícara, un nutrido grupo de valiosos combatientes fallecidos. Este sitio, como muchos otros de la Patria, no es escenario para conmemoraciones formales, sino cofres que atesoran el paradigma de resistencia y victoria que nuestros muertos nos han legado».
Su valiosa herencia, subrayó, constituye un «escudo contra el que se estrellan las mentiras y los cantos de sirena de nuestros enemigos, y a la vez un arma que nos hace más fuertes en cada nuevo combate».
De retos y compromisos revolucionarios, de sacrificios para honrar el deber, de esperanza en cada combate cotidiano… habló también el emblemático guerrillero, cuya fuerza moral tiene una estela de entrega inigualable.
Por la senda de honor inicia luego el desplazamiento de los cargadores con los osarios protegidos entre sus brazos. Los familiares de los combatientes los acompañan hasta llegar a los túmulos, mientras se escuchan los nombres de cada uno de los 40 guerrilleros que esta vez están siendo inhumados.
En honor y homenaje póstumos a todos ellos se hace otra vez silencio. Un silencio profundo y sobrecogedor que es interrumpido luego por las tres salvas de fusilerías que disparan las tropas. Cientos de habitantes del poblado se han dado cita también en la explanada para rendir honores a sus héroes.
Y con la certeza de quien no ha descansado ni un instante en esa lucha imperecedera por construir y defender la obra de la Revolución cubana, el General de Ejército avanza hacia la Llama Eterna, esa que arde, como él mismo dijera en una ocasión, para «todos los combatientes de la libertad, inmolados o caídos heroicamente en este territorio a lo largo del proceso histórico que transcurre desde Hatuey hasta Fidel»; por «todas las tumbas dispersas en los montes y valles del Segundo Frente», y también por «todos los que, sabiéndolo o no, cimentaron con su sangre nuestro presente y nos enseñan a ser capaces de seguir su ejemplo por las generaciones venideras».
Justo allí, para homenajearlos a todos, depositó Raúl una rosa blanca. A su lado el Presidente de la República, el Comandante del Ejército Rebelde José Ramón Machado Ventura y otros dirigentes del Partido y el Gobierno que se encontraban presentes también en el homenaje. Ante ellos, tres ofrendas a los héroes: de Raúl, de Díaz-Canel, y de los familiares.
En medio de la quietud, Raúl avanza luego un poco hacia la derecha. Va al encuentro de su entrañable Vilma. Ante el monolito que resguarda sus cenizas llega en silencio, se detiene, deposita una flor y saluda, lo hace con la firmeza que merece tan incomparable compañera de lucha, y también con la ternura de quien junto a ella compartió tantos años de vida y de sueños.