Santiago de Cuba,

Del Shirasu japonés a la manjúa santiaguera

19 July 2022 Escrito por 
En muchos sitios de Santiago de Cuba “limpiar” las manjúas para freírlas, es quitarles la cabeza

Por las noches, algunos pescadores en sus chalanas de remos, salían del muelle de Abelardo, que era un laberinto destartalado de tablones viejos sobre estacas clavadas en el fondo del mar, en Los Cangrejitos, al final de la avenida Trocha. Y poco después, las embarcaciones, meciéndose sobre las aguas tranquilas de la bahía de Santiago de Cuba, ocupaban los puntos que mejor les convenía a sus dueños.

Aquello era todo un espectáculo nocturno, porque en la popa de las pequeñas barcas, colocaban una vara con una cesta de metal en la punta, que llenaban con jirones de neumáticos en desuso y luego los hacían arder.  

Los hachos resplandecían en medio de la oscuridad aquí, allá… unos más cerca; otros, más lejos. En conjunto, llamaban la atención de quienes llegaban hasta la orilla de la rada.

Pero aquella suerte de antorcha no la utilizaban estos hombres de mar para alumbrarse sino para atraer bancos de cientos y cientos de manjúas que parecían volverse locas  con la luz que irradiaba la goma mientras se quemaba. Y los pescadores hundían una y otra vez entre los pececitos, un jamo muy fino para sacar cantidades enormes de manjúas y depositarlas dentro de la embarcación.        

Por la mañana las vendían. Un bao de manjúas costaba cinco centavos. ¿Qué era un bao? Una lata de un galón de capacidad, completamente llena de los apreciados pescaditos. Y después… a comer bien fritos en aceite hirviendo que dejaba las manjúas como galleticas de soda.

En Japón, se llama shirasu a las larvas de sardina y anchoas, que vienen a ser las manjúas que conocemos. Ellos se las comen crudas, algo muy usual en la gastronomía asiática y mucho menos habitual en la cocina cubana. Aunque aquí, masas de pescado “cocidas” con jugo de limón es un plato que se conoce como “crudito”. Pero que yo sepa, la manjúa no entra en esa receta.

MANJÚA 2Los japoneses también hacen con las larvas de sardinas y anchoas el “kama-age shirasu”, al hervirlas en grandes calderos, y el “tatami iwashi”, que es desecar al sol los finos pescaditos.

Y si en la cocina de Japón algo tan simple como el arroz blanco es uno de los platos más elegantes, también el shirasu lo es. En fin, es un marisco simple: pescado blanco juvenil crudo o hervido, salado y seco.

Agrega la literatura marinera, que los minúsculos pececitos “predominan en las aguas del Océano Pacífico frente a las costas de Japón y se capturan principalmente en primavera y otoño. Son una fuente de alimento rica, llena de calcio y vitamina D y aceites beneficiosos como el DHA”.

Añade que “cuando el pescado está crudo, se llama shirasu, y cuando se hierve se llama kamaage shirasu . El pescado hervido, salado y seco produce un plato llamado chirimen jako o shirasuboshi . 

LA MANJÚA SANTIAGUERA

Para nada se le resta suntuosidad al shirasu japonés si decimos que quizás con menos alcance mediático pero nuestra manjúa santiaguera también ha hecho época en nuestra localidad. Y si los asiáticos se comen estos pescaditos crudos, hervidos o  desecados, y esto constituye un plato elegantísimo, en Santiago de Cuba la manjúa frita –a veces empanizada- es toda una institución, y en su momento fue un salvavidas para muchas familias.  

Ahora bien, la fritura de manjúa tiene otra categoría: es un manjar. Combinar harina, agua, sal, huevo, perejil y un puñado de manjúas, más aceite bien caliente deviene plato exquisito, del que santiagueras y santiagueros han hecho una especialidad, fundamentalmente quienes viven cerca de la bahía.

Vale destacar un aspecto: En Santiago de Cuba se come este pescadito con alguna diferencia a como se ve en fotos que se ingiere en otros sitios, incluso de Cuba. Aquí se le quita la cabeza, algo que recuerdo bien, pues mientras los cuerpecitos iban al plato, las cabezas formaban pequeños promontorios sobre un periódico, que luego eran la delicia de los gatos.

La manjúa, con sus aproximadamente diez centímetros de largo, su color plateado casi traslúcido, y su hábito de nadar en grandes bandadas o bancos quizás no tenga la fama del shirasu japonés tan mediático ni la prestancia de un mero pero en la bahía de Santiago de Cuba es tan popular como el que más.  

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MsC Miguel Angel Gainza Chacón

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